—Siempre que me preguntan que por qué sigo viviendo aquí a pesar de que mi vida como maricón no ha sido para nada fácil, les contesto que este pueblo me atrapó desde que mi papá decidió trabajar en las minas hace más de veinte años. Me ha tocado vivir y escuchar cada historia, leyenda y chisme de todos los que viven aquí y hasta de los que nos visitan. Te puedo asegurar que las cosas que suceden en La Mina hacen más ruido que las dinamitas en el túnel. En este pueblo pasa lo que no pasa en ningún otro lugar del mundo.

—¿Por qué dices eso? —pregunta la clienta frente al espejo.

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—Hace diez años, cuando yo todavía era toda una diva como las de las telenovelas mexicanas, llegó a La Mina una mujer extranjera, hermosa, esbelta, de ojos almendrados y con una voz que hipnotizaba a los hombres del pueblo.

—Jajajaja, eso me suena como la historia de La Tulivieja.

—No, esto es en serio. Déjame que te cuente el chisme completo. Ale era el nombre de esta mujer. Por su acento supimos que era venezolana. Bueno, Ale llegó a La Mina por recomendación de una amiga en la capital. Aparentemente, no le gustó vivir allá con sus paisanos porque el negocio de la belleza estaba súper saturado y la envidia por otro lado.

(La Chente toma las tijeras y comienza a recortar el cabello de la clienta)

—¿Y tú cómo sabes tantos detalles de Ale si ustedes no eran amigas?

—Acuérdate que vivimos en La Mina y aquí todo se sabe.

(La Chente se detiene y se coloca la mano en la cintura)

—Todo lo que sé es gracias a la Lupe y la Roberto, quienes trabajaban en este mismo salón de belleza antes que yo llegara.

(Se queda pensando lejos)

—Esas dos después de un par de tragos, aflojan hasta los panties. Honestamente, siempre tuve mi sospecha de la Ale. Tu sabes que ojo de loca, no se equivoca. (Rompe una carcajada). A propósito, y hablando de belleza, ¿Cuándo fue la última vez que te trataste el cabello con un estilista? Tienes el cabello gritando auxilio a los cuatro vientos. Capaz que fuiste donde la Ricky que solo sabe usar vainas que compra en el supermercado y después les cambia de envase para venderlas más caras.

(Con una cara de disgusto, coloca las tijeras en el mostrador y toma una peinilla para acomodar mejor el cabello de la clienta).

―Qué exagerado eres. Él solamente me recortó las puntas una vez cuando tú estabas de amores con aquel hombre misterioso y de mirada profunda que te encerraba como princesa en palacio.

(La Chente reflexiona ante el comentario y mira a los demás clientes antes de hablar)

—Ese desgraciado, ni me lo recuerdes. Me robó dinero y por él tuve que conseguir trabajo en la mina por más de un mes. Qué tortura hacer trabajos de hombres. Me iba mucho mejor pescando manachos los fines de semana en las cantinas (ríe). Pero bueno, continúo con mi cuento. De mis aventuras nocturnas hablamos otro día.

(La clienta abre los ojos grandemente en señal de asombro)

—Ale vivió con la chismosa de Doña Lola una vez llegó a La Mina, pero las cosas se complicaron cuando conoció a Emilio en El Jardín. Tan pronto la Roberto se hizo amiguita de Ale, la llevó a ese lugar de perdición. Tú sabes que a esa cantina solo van putas, locas y hombres despechados (baja la voz para que los demás clientes no puedan escuchar) aunque te comento que más de uno de esos despechados han amanecido en mi cama. Tú sabes que por las noches todos los gatos son negros y si tienen plata, mucho mejor. La gran mayoría de esos supuestos machos aprovechan su borrachera para demostrar que no son lo que aparentan ser. (Vuelve a tomar las tijeras y el atomizador con agua). Si yo hablara, ya estaría muerta o desaparecida… Bueno, volviendo al chisme, todos en el pueblo decían que ese encuentro entre Emilio y Ale fue amor a primera vista. Aunque Emilio era muy reconocido por su colaboración durante El Festival de la Piña y sus donaciones para la fiesta de navidad en la parroquia, nunca se le conoció mujer. Algunas lenguas chismosas dudaban de si era gallo o gallina. Emilio y Ale empezaron un noviazgo seriamente. La esperaba todas las tardes en el parque a la misma hora, bañado y perfumado. Me contó la Roberto que hasta le compró un reloj carísimo cuando vendió unas vacas en la ciudad. El tipo tenía plata. Qué suerte tuvo la venezolana. Y yo todavía esperando a mi ganadero, pero todo lo que se me pega son hombres casados viviendo su doble moral con esposas e hijos, pero en la cama son más locas que la Roberto y yo juntas (ríe a carcajadas. Luego se percata que lo están viendo otras clientas y disimula).

—Oye tú sí sabes vainas. Tu lengua es un peligro.

—Y eso que no salgo a ningún lado, a mi todo me lo cuentan desde esta silla donde estás cómodamente sentada. (La Chente tuerce los ojos, insinuando que la clienta también es chismosa). Volviendo al tema de Doña Lola, la solterona. Al parecer a ella no le gustó del todo el saber que Ale era la novia de Emilio. Dicen por ahí que la vieja le llevaba ganas. (Mirando a la clienta por el espejo) mira tú, la gallina vieja quería un pollito. Pero el pollito encontró a su pollita y extranjera. La vieja usó la excusa de que ella cerraba la puerta de su casa a las 8:30 de la noche y que después de esa hora no le abría la puerta a nadie. Cosa que no era cierto porque todo el pueblo sabía que la vieja se comía con el tío de la Roberto. (Ambos ríen). Después de eso, Ale se mudó a un cuartito cerca del mercado público. La gente comentaba que Emilio nunca pasó la noche con Ale en ese lugar. Ella era bastante reservada y hasta misteriosa.

(Mira por la ventana)

Después de un año, Ale se convirtió en la envidia de las mujeres del pueblo y la fruta deseada de muchos hombres. Tanto fue el impacto en este pueblo que llegó a ser coronada la reina del Festival de la Piña. (Vuelve a poner las tijeras y el atomizador en el mostrador). Te cuento que las mujeres del pueblo empezaron una campaña para desprestigiarla. La Lupe regó por el pueblo que Ale era la amante del padre Juan. (En voz baja) cosa que no era cierto porque el cura es una loca de closet. Ale nunca hablaba de su vida en Venezuela. Nadie supo si tenía a sus padres vivos o si tenía más hermanos. Era una mujer muy reservada y casi nunca te miraba a los ojos, cosa que a mí me daba mala espina. La Lupe me contó que una vez la encontró tomando unas pastillas para el dolor de cabeza, pero nunca decía su nombre, solo sabíamos que un doctor se las conseguía en Panamá. Tú y yo sabemos que una Panadol quita el dolor de cabeza y  no se necesita receta para eso.

(Se dirige hacia un estante lleno de cajas con tintes para el cabello)

Déjame mostrarte los nuevos colores de tintes que me conseguí con una amiguita en la capital. Ella los consigue más cómodos por internet. El color rubio claro te queda bien con tu tono de piel.

―Oye de veras que tienes razón. Ese color me hace ver más joven (mirando la foto de la modelo en la caja).

―Tampoco es que haga milagros.

―¡Qué malo eres!

—Siempre hablo claro y sin pelos en la lengua. Acuérdate que estoy loca del culo, pero no de la cabeza. (Coloca la caja en el mostrador y continúa cortando el cabello a la clienta). La noche del Festival de la Piña, Ale lucía un hermoso vestido amarillo con lentejuelas doradas. Aquel vestido pegado a su esbelto cuerpo de sirena la hacía ver como toda una Miss Venezuela.

(La Chente camina como las misses en una pasarela mientras canta “en una noche tan linda como esta,” luego ríe como imaginando memorias de su pasado y sin importarle que los clientes lo miren, unos con recelo y otros se sonríen en forma de burla)

Tú sabes que en ese país preparan a las mujeres desde la infancia para ser reinas de belleza y la que necesita cirugía, pues se la hacen. En la parte superior, el vestido llevaba unas decoraciones en lentejuelas y canutillos dorados que hacían juego con sus zapatos hechos especialmente para ella. Las malas lenguas dicen que Emilio pagó por esos zapatos una fortuna. Te comento que la Ricky confeccionó el vestido. La loca se aplica ya que le fascinan los concursos de belleza. Bueno, a casi todas las locas nos fascinan los concursos de belleza. Es como si todas nos sintiéramos reinas alguna vez.  (Ríe en voz alta). En la cabeza llevaba un tocado que la hacía lucir como la corona de la piña, con tonos de verde limón y aceituna. Los zapatos eran de plataforma y del mismo color del vestido. Parecía toda una Bárbara Palacios. La noche del concurso, todos estábamos congelados y boquiabiertos ante la belleza espectacular de la Ale. Esa mujer era toda una reina. Regia de la cabeza a los pies. Pero lo que se robó el espectáculo fue la respuesta que dio a la pregunta del jurado, que por cierto fue Carlos, el exmarido de la Ricky, el doctor del pueblo. El tipo le preguntó cómo la epidemia del VIH/SIDA había impactado al mundo. Su respuesta dejó a las demás concursantes sin habla. La Ale contestó que al VIH/SIDA lo usaron para estigmatizar y oprimir a la población homosexual, sobretodo a los hombres que cogían con otros hombres. Habló hasta de cuántas mujeres mueren infectadas por el virus cada año porque sus maridos las contagian y de cuantos niños nacen con el virus. Terminó diciendo que en el mundo, la pobreza, la desigualdad y el odio entre los seres humanos son epidemias mucho más fuertes que el VIH/SIDA y la gente lo toma normal. Esa mujer habló con tanta seguridad del tema. Las demás concursantes supieron que ella sería la nueva reina. Tú sabes que la educación en La Mina no es de lo mejor. Aquí a duras penas terminamos la secundaria. Las mujeres se dedican a parir hijos, los hombres a trabajar en las minas y las locas como la Roberto y yo, en salones de belleza y organizando concursos de belleza (ríe a carcajadas).

Pero el triunfo de Ale no fue lo más comentado esa noche. Prepárate para la bomba que te voy a tirar.

―(En voz baja) ¿Pero qué fue lo que pasó?

―La noche del festival, Emilio estaba tan borracho y feliz de saber que su novia era la nueva reina. Dentro de su embriaguez, se le salió el macho.  Él estaba convencido  de que Ale era la mujer con la cual él deseaba pasar la noche y tal vez el resto de sus días. Ser el pretendiente de la Ale provocaba envidia y celos de sus amigos. Tú sabes, la inseguridad que sufren muchos hombres. Ay, qué pereza hablar de esos inseguros. Mejor sigo con el cuento de la Ale.

(La Chente cubre la cabeza de la clienta con una bolsa plástica y la lleva a otra parte del salón donde están los secadores de cabello. Luego toma una silla y se sienta al frente de la clienta)

Después de algunos besos y abrazos en el carro, Emilio decide llevar a Ale a su cuartito. (Se le acerca al oído de la clienta). Te lo voy a contar tal cual me lo contó la Roberto. Durante el trayecto, Emilio detuvo su auto cerca del río donde regularmente estaba oscuro. Continuó con sus besos y caricias, pero esta vez sus intenciones eran otras. Él quería llegar mucho más lejos que un simple beso o una caricia esa noche. Ale, como cualquier mujer astuta, presentía que algo malo le iba a suceder. Ella nunca había visto a Emilio comportarse de tal manera. Él continuó acariciando, besando el cuello y los pechos de su novia, cosa que ella parecía disfrutar al principio. Llevado por su deseo de hacer que Ale se rindiera ante sus caricias, trató de deslizar sus dedos mucho más abajo del ombligo, cosa que ella rechazó rápidamente.  Esta acción molestó a Emilio. Como todo hombre machista, trató de ir en contra de su voluntad. De forma violenta le arrancó el vestido, dejándola semidesnuda, solo con su ropa interior. Pero cuál fue su gran sorpresa. Ale guardaba un gran secreto, el cual fue bastante difícil de entender para Emilio. Lo que ella escondía entre sus piernas no correspondía a la mujer de la cual él estaba enamorado locamente. En otras palabras, Ale tenía pinga y no micha. El secreto de Ale estremeció tanto la ira de Emilio que se le fue la borrachera.

(La clienta se acomoda en su silla y mira su reloj, calculando el tiempo del tinte en su cabello)

Ale, salió como pudo del carro y corrió hacia el río. Emilio la persiguió como loco hasta alcanzarla. Después de golpearla con sus puños hasta matarla, tiró su cuerpo al río donde nunca fue encontrado. Él se declaró culpable. Ese crimen lo catalogaron como pasional. Emilio aún sigue preso. Pero tú sabes que no hay crimen perfecto.

(La clienta lo mira confundida sin saber qué decir. Hay un silencio. Luego la Chente se levanta de la silla sin decir una palabra y revisa que el tinte está haciendo efecto. Se vuelve a sentar)

—Pero ¿cómo se enteró el pueblo de todo este escándalo? (Pregunta la clienta con mucha curiosidad y morbo)

—La Roberto encontró el celular de Ale a orillas del río un par de días después. Lo llevó a desbloquear y fue allí donde todo el pueblo se enteró que la Ale era realmente Alejandro en su cédula. Las supuestas pastillas que tomaba para el dolor de cabeza eran hormonas femeninas llamadas tinelle. Creo que la Roberto jamás debió hacer eso. Ella invadió la privacidad de Ale, aun después de muerta. Para mí eso trae karma. (Se levanta nuevamente y se coloca la mano en la cintura). Pero lo que más me emputa es saber que todavía la gente de La Mina no entiende que sexo y género no son lo mismo. A mí me bautizaron Carlos porque nací con dos guevos, pero eso no significa que yo me sienta hombre. Lo que tienes entre las piernas no dice cómo tú te sientes, si hombre o mujer, ni de quién te enamoras o de cómo te quieras vestir. Sé que esto les tomará años en entender.

(Alzando la voz. Algunos clientes lo escuchan y se quedan asombrados)

Para este pueblo la Chente es sólo un hombre que se comporta como mujer y que lo único que quiere es que se lo cojan. (Sube más la voz para llamar la atención de todos en el salón). Y como soy loca, debo morir de sida. En otras palabras, un maricón sidoso.

―Gracias por educarme en ese asunto, porque a mí nunca me enseñaron eso en la escuela y mis padres jamás me hablaron de sexo durante mi infancia, ni adolescencia, cosa que siempre les reclamé.

(La Chente lleva a la clienta a lavarse el cabello. Luego le pide que se siente nuevamente en la primera silla, frente al espejo grande. Toma una peinilla y empieza a desenredar el cabello)

—Bueno, basta de tanto drama. Pues, como ves, la historia de la Ale se ha convertido en una leyenda en La Mina. La gente dice verla cada año deambulando las calles semanas antes del festival reclamando su corona. Otros la escuchan bañarse en el río por las noches.

―Ves que se parece a la leyenda de La Tulivieja. Solo que La Tulivieja buscaba a su hijo.

(La Chente se queda pensando. Empieza a secar el cabello de la clienta con un secador de mano)

—Desde ese punto de vista, tal vez tengas razón. (Termina de peinar el cabello de la clienta). Espero que estés satisfecha con tu nuevo corte y color de pelo. Parece usted una diva, como la Lucia Méndez antes de sus tantas cirugías. Deberías concursar el próximo año en el Festival de la Piña. Mira que siempre dan buenos premios, pero esta vez solo permiten a chicas solteras y de La Mina.

―Gracias por la invitación, pero tengo novio y estamos planeando nuestra boda.

(La Chente la mira no muy convencido)

—Te lo voy a creer esta vez.

(Comienza a recoger las tijeras y el secador de cabello)

Mira, la próxima vez que vengas te voy a contar la historia de la Roberto y el porqué decidió huir de La Mina y mudarse a la capital. Esos chismes están de quitarse la peluca. Por eso digo que los karmas existen. (Mira su reloj). Ya casi son las seis y debo reunirme con las otras locas del pueblo. (Señala en forma de desprecio a un joven delgado y afeminado que se encuentra detrás del mostrador principal). Le cancelas a la loquita que está detrás del mostrador. (La Chente y la clienta ríen). Tenemos que empezar a organizar el concurso para escoger a la futura reina para el Festival de la Piña del próximo año. Tú sabes que en asuntos de belleza las locas somos las mas sabias, aunque después del concurso los organizadores nos queden debiendo dinero, hablen mierda de los maricones y nos den una pata en el culo. (La Chente agarra un bolso de mujer con estampados de flores y mariposas, unos lentes de sol bastante exagerados para su cara y le da un beso en la mejilla a la clienta). Nos vemos dentro de dos semanas. Te cuidas.

Te gustaría participar en nuestro taller de escritura creativa? El próximo ciclo empieza este jueves 22 de julio a las 7pm. Quedan algunos cupos. Acá está toda la info:

Antología de cuentos del Taller “Descubre tu propia voz”