Aprovechando su visita a Cartagena para Hay Festival 2019, hablamos con Cristina Morales, ganadora del premio Herralde de Novela 2018, gracias a su obra ‘Lectura Fácil’. Conversamos acerca de la construcción de su novela, su manera de abordar la capacidad intelectual diversa y su opinión sobre la mujer en la literatura. Durante nuestra charla, advertimos que la prosa de Cristina es igual a su carácter: decidida. Se trata de una mujer de ideas fuertes y claras, que hizo de cada respuesta, un manifiesto sobre sus propias inquietudes sobre la sociedad actual.

Entrevista-Cristina Morales

Por: Julio César Márquez y Raúl Padrón

Cabeza de Gato: Eres licenciada en Derecho y Ciencias Políticas, especialista en relaciones internacionales, además haces danza contemporánea y teatro, cuéntanos entonces ¿cómo llega la literatura a tu vida?

Cristina Morales: Llega antes de todo lo demás que tú dijiste. Yo empecé a escribir mucho antes. Mi primera obra, mi primer libro, lo publiqué con veintidós años, en ese momento ya estaba en la universidad. Estaba estudiando derecho y ciencias políticas. O sea, yo llevaba como con un deseo de escribir, o como con una voluntad de escribir algo para ser leído, pues, yo diría que desde la infancia, o desde la primera adolescencia. Y luego el resto de disciplinas, el derecho, la ciencia política, la danza, siempre han sido fuentes para alimentar la escritura. Diría que supeditadas a la escritura. La escritura cogía todo ese resto de intereses míos  y los aunaba para crear artefactos, ya fueran cuentos, ensayos, novelas.

CDG: Revisando publicaciones que hablan sobre ti, declaraciones que has dado, nos surge una inquietud, ¿qué lugar ocupa el feminismo en tu narrativa? ¿Cómo está implicado?

CM: No es una línea recta. Mi conocimiento del feminismo,  de los feminismos, empieza a los 17 o 18 años, como una cosa muy intuitiva, que creo es un feminismo en el que están muchas mujeres, que no está intelectualizado, no procede de lecturas, no procede de una politización consciente, sino que procede de una necesidad de supervivencia dentro del sistema heteropatriarcal en el que vivimos.  De modo que, en mi primera obra, mi primer libro de cuentos, que eran cuentos de mucha juventud, quizás había un deseo de emancipación desde el descubrimiento sexual, desde un lugar no mediatizado por la mirada del varón. Pero aún no estaba configurado teóricamente.  Y, a medida que pasaron los años, fui adquiriendo más consciencia, llegaban a mi mano más lecturas. Creo que ya sí, esta sería la diferencia, yo tomo una consciencia. Como dirían los marxistas, ¿no? Existe una consciencia de clase, yo creo que existe la conciencia feminista. Pero ésta llega, relativamente, hace poco. Ahora tengo treinta y tres años y diría que mi primera obra con un contenido feminista consciente, sería ‘Malas Palabras’, una novela que publiqué en 2015.

Cuando empiezo a intelectualizarlo (el feminismo), y a querer hacer textos, novelas o artefactos literarios, de tesis, como por ahí los llaman, es decir, con una carga importante de discusión política dentro de la ficción, me resulta muy natural integrar eso en la ficción. Integrar el discurso feminista o el conflicto que el feminismo genera en la comodidad de cualquier mujer, porque es eso, un lugar de incomodidad el darse cuenta que una está jodida, es un lugar de gran incomodidad. Creo que alimenta mi obra para bien, creo que esta toma de consciencia ha hecho de mi obra, una mejor obra.

CDG: ¿Crees que el activismo nutre la creación literaria o por el contrario, como dicen algunos, le resta?

CM: Yo diría que lo primero, sin duda. Mi activismo ha sido desde un lugar espontáneo, a nivel de acción callejera, manifestaciones, grupos de ayuda mutua,  porque todos los grupos a los que he pertenecido, que tienen un claro fin feminista, no son de orden institucional. Están en la esfera literaria y anarquista, y por tanto no son ni ONG ni secretarías, son lugares que están organizados pero no están institucionalizados.

Mi politización en el feminismo al principio era intuitiva, pero luego era un lugar más consciente y más teórico. Pero es que creo que hay un lugar intermedio, o sea que hay un tipo de feminismo que se ejecuta, ¿no? Al principio es una intuición, después se ponen las carnes, los cuerpos, desde la acción callejera, desde la acción de cuidado de tus compañeras. Quizás, esta acción de cuidado y esta acción política auto-gestionada caminan de la mano  desde el lugar más intelectual, desde la creación de pensamiento  y alimentan lo literario sin duda. Yo creo que, como mujer en la calle puedo tener muchas armas, como escritora, cuando me pongo a escribir, si quiero luchar contra aquello que me tiene defenestrada, puede ser el machismo, el heteropatriarcado, el capital, que me tiene hasta el coño, las herramientas de las que dispongo me permiten contradecir el canon literario. Y para contradecirlo son muy útiles el tipo de discurso o de literatura generada en lo alternativo, en los márgenes, que se cagan en la ortografía, que se cagan en el discurso lineal, que crean palabras nuevas, lenguajes nuevos, que empiezan a hablar en femenino, que crean femeninos universalizables.

CDG: Haces una crítica al feminismo europeo, señalando que se ha olvidado del cuerpo. En ese sentido, ¿crees que el cuerpo sigue siendo un terreno en disputa en el capitalismo del siglo XXI?

CM: Claro. Si aquellas que somos tratadas por las instituciones y por el capital como normales, normativas,  ya estamos desposeídas de nuestros propios cuerpos, imaginemos aquellas que tienen un cuerpo considerado por las instituciones como no normativo. Imaginemos una persona en silla de ruedas, imaginemos el cuerpo no normativo que se corresponde con  el intelecto no normativo de la persona con discapacidad intelectual. Creo que la persona con discapacidad intelectual es un ejemplo perfecto de aquello que machaconamente cada día nos empeñamos en diferenciar que es la mente del cuerpo. En la persona con discapacidad intelectual, su falta de socialización en esta mierda de sistema, se corresponde con una actitud física. Probablemente no estaría respondiendo tu entrevista así como yo estoy.  Probablemente una persona con discapacidad intelectual estaría moviéndose de aquí para allá, arraplanchá, meándose, ¿no? Creo que en las personas señaladas de discapacitadas intelectuales se revela que el cuerpo y la mente son la misma cosa.

En las que estamos normativizadas y por tanto desposeídas, la desposesión parte de la diferencia entre el cuerpo y la mente. Creo que la disputa sería entre aquel que nos quiere quitar lo que es nuestro y nuestros propios deseos. Para mí es tan difícil reconocer cuáles son mis propios deseos, hasta de esos estamos desposeídas. O sea, que no hay que irse a los cuerpos diversos. Yo no me siento privilegiada en la esfera sexual, si de algo me siento privilegiada, es de haberme dado cuenta de que estoy desposeída de mi iniciativa sexual. Y es una lucha diaria.

Cristina Morales-Lectura Fácil

Portada del libro Lectura Fácil, premio Herralde de Novela 2018

CDG: Al escribir una novela narrada desde la voz de personajes con capacidad diversa intelectualmente ¿cómo manejar el asunto de una responsabilidad ética? ¿Cómo hallar el tono para que no fuese a resultar en una mirada condescendiente?  

CM: Lo machaco siempre. Siempre digo que no son personas con discapacidad intelectual, son personas tratadas por el capital y la administración pública como discapacitadas. Hecha esta precisión, debo decir que mi contacto con ellas ha sido a nivel profesional porque yo he bailado con personas con discapacidad intelectual en una tendencia de la danza contemporánea que se llama danza integrada o danza inclusiva, que ya el nombrecito se las trae, ¿no? También en proyectos de danza comunitaria en donde no prevalece tanto la pericia del bailarín o la bailarina, sino el deseo de movernos juntos, aprender juntos.

Mi contacto con ellas fue una parte maravilloso y otra parte desastroso. A veces por mi incapacidad para comunicarme con alguien que está invisibilizado de la esfera social. O sea, son un tipo de personas que, como pasaba en España en los años 60´s, me decía mi madre: “hija mía, yo en los años sesenta,  iba por Granada, de donde yo soy, veíamos un negro y se hacía un silencio porque habíamos visto un negro”. Entonces, con respecto a las personas con diversidad intelectual hoy en día estamos, no ya en granada que es una ciudad provinciana de España, si no en Barcelona que es una metrópolis de no sé qué cojones, estamos igual.

Poco a poco mi conocimiento sobre estas personas se fue afinando, empecé a darme cuenta que tenía mucho que aprender mucho a nivel de movimiento. Hablo de que mi contacto con ellas fue a nivel profesional. Yo bailaba con estas personas, y mi objetivo como interprete, como bailarina, es encontrar fuentes de movimiento inesperadas, lugares de expresión nuevas para este cuerpo que no nos pertenece. Entonces, vamos a ver si entre todas conseguimos algo que nos pertenezca. Y creo que precisamente fue ese aprendizaje, el modo en el que yo me dirigía a estas personas y el modo en el que ellas se dirigían a mí, lo que nutrió  el modo de tratarlo después literariamente. No desde un lugar de condescendencia sino todo lo contrario, como mis iguales, mis iguales en la jodienda, en la sumisión, en la opresión. Mis iguales.

Literariamente pensé que era útil no infantilizar el discurso, o no hacerlo balbucir. En la representación de cuando ellas hablan, ninguna balbucea. De hecho hay una que se expresa como una catedrática. Me parecía que eso era interesante como una vuelta de tuerca, el hecho de que no solo no las voy a infantilizar sino que, además, van a ser muy lúcidas en su expresión. Además, yo quería hacer una traslación o un paralelismo entre el disidente político y la mente no normativa. Porque lo último que ha hecho la Asociación Norteamericana de Psiquiatría, que son los que sacan los cachos de manuales estos, el último síndrome que ha sacado es el de la radicalidad política. Entonces, ya la radicalidad política está patologizada. Lo que yo quería poner en solfa era el hecho de que, una persona de pensamiento no normativo está patologizada como lo puede estar un terrorista. Está tratada en un nivel de peligrosidad como lo puede estar un terrorista. Y creo que darles ese poder político a los personajes desde su no normatividad es lo que ha hecho que el discurso no sea condescendiente, todo lo contrario, tiene mucho que enseñarnos.

CDG: Fue interesante que tus personajes fueran tan lúcidas. En cierto momento, pareciera que el señalamiento que recae sobre ellas es una burla a la sociedad, para quien todo lo que resulta incómodo es una enfermedad. Cada una, en ese sentido, tiene características muy particulares, ¿cómo hiciste para que tuvieran cada una esas voces tan distintas?

CM: Debo confesar que esto fue la piedra de toque de la novela. Cuando la empecé a escribir dije: ¿qué hago? ¿Cuenta todo Nati? Que es la primera que sale, la más radical de todas, y si lo cuenta todo Nati, ¿voy a ser capaz de mantener toda la historia que quiero contar con ese nivel de radicalidad en el discurso de ella? No ya sin que el lector se harte, sin que me harte yo como autora.  Me van a faltar herramientas, porque en la radicalidad del discurso pasa como con la pedrada al cajero automático. Esto es útil y es efectivo porque es fulgurante y sales corriendo para que no te pillen.

Dudaba de mis capacidades como autora para mantener cuatrocientas páginas de discurso en ese nivel de radicalidad, me acordaba de una novela de Céline, que se llama De un Castillo a Otro, creo que es una novela posterior a El viaje al fin de la noche. Es una novela, desde mi punto de vista, peor que El viaje al fin de la noche. Pero lo interesante de la novela de Céline, es que el personaje está muy cabreado y siempre se expresa entre admiraciones. Está gritando sin parar. Mi experiencia como lectora era que eso no me era grato de leer. No me gustaba. Entonces dije, voy a acompañar a Nati con otros personajes que van a ayudarla en su radicalidad y van a ayudar al lector,  por contraste, a entender su radicalidad o despreciarla. Así por ejemplo vemos como Patri, la que está dando declaraciones ante el juzgado todo el rato, su estrategia contra el poder no es tan radical, ella intenta hablar como el poder, vamos a ver que le sale el tiro por la culata. Su estrategia de supervivencia es alabar al poder, intentar  emular el lenguaje del poder.

Con la Angels, la de la lectura fácil, bueno eso fue un filón. Cuando descubrí lo de la lectura fácil dije, esto viene para acá. Voy a intentar escribir en lectura fácil que es un método real de escritura para personas con discapacidad, incluso para presos. Hoy en día ya hasta a la población reclusa se le considera que tiene dificultades de compresión lectora, que es un punto de vista muy elitista, pues como dice la consigna, lo que cantamos en las manifestaciones allá: los ricos nunca entran, los pobres nunca salen. Claro, a los pobres que nunca han tenido  acceso a una biblioteca en su vida, hay que hacerles texticos edulcorados que entiendan. Entonces todas estas voces y la de Marga, que ella siempre habla por boca de otro, porque ella no sabe escribir. De Marga sabemos alguna vez en un diálogo. A ella la transcribe un anarquista en un acta. Ellas originalmente eran muletas de Nati, pero conforme las descubrí, me fui enamorando de ellas y vi su potencial, las dejé vivir.

CDG: En Colombia hubo una polémica que desencadenó en un manifiesto llamado: Colombia tiene escritoras. Esto, con el fin de decir basta a la invisibilización de la que se sienten victimas las escritoras en este país ¿cómo es el panorama de las mujeres escritoras en España?

CM: Ahora diría que en España está pasando justo lo contrario. Que esté pasando lo contrario no diría necesariamente que sea algo que celebrar, considero que lo que hay ahora es una moda.  Recientemente me incluyeron a mí en un artículo en El País, el periódico más leído de España, el de mayor tirada, socialdemócrata, conservador. Este artículo hablaba de que había una nueva generación, una nueva generación de escritores que eran todas escritoras. Y la generación no tenía nombre, se llamaba “La Generación”, entre comillas. En el artículo salíamos tres mujeres, tres escritoras, que nos habían tomado fotos, cada una en nuestra ciudad. Yo considero que muy desafortunadamente, sin habernos avisado, nos habían hecho posar a todas en la misma postura. Era invierno allá, estábamos de medio lado, con las manos en los bolsillos del abrigo. Pero los fotógrafos se pusieron de acuerdo y salimos todas en la misma postura, parece que estamos cada una  metida en una hornacina,  tres muñequitas posando en la misma dirección: La Generación, escritoras.

Entonces, en primer lugar, creo que eso es una visibilización, sí. Es una visibilización del trabajo de las mujeres escritoras. ¿Es útil? Diría que es útil para el capital, para vender libros. Diría que es útil para darle visibilidad a mi libro y al de las otras autoras que salían en aquella fotografía. Pero no creo que sea útil para ninguna emancipación de nada. Me parece que no es útil para emanciparnos de un canon literario en donde sistemáticamente se privilegia un tipo de narración que premia a una voz narradora que suele ser elitista, cosmopolita, que suele transitar por espacios europeos, y cuyas preocupaciones son las preocupaciones de la clase media. Que las mujeres escriban no significa que el mundo o que la literatura se esté convirtiendo en un lugar de feminismo. O que la literatura esté ejerciendo un papel feminista. De hecho,  las últimas entrevistas que me han hecho, han sido por filólogas, sociólogas, que me han preguntado si percibo que existe esta generación de escritoras,  esta visibilización, que en el mercado editorial hay cada vez más escritoras. Sin duda hay más autoras en los anaqueles de las librerías, pero esto no debería ser ningún consuelo. Es que yo no creo tampoco que la visibilización sea útil en todo caso. Yo creo que la invisibilización es muy útil es muchos casos también, como con los fanzines. Hay un fanzine en la novela. Los fanzines son lugares invisibles,  lugares de contracultura, precisamente en su invisibilización está su poder. Precisamente en el hecho de que sean contraculturales y subalternos, no necesitar una librería ni nadie que los mande ni nadie que los compre, está su poder.

CDG: ¿Podrías recomendarnos tres escritoras?

CM: Os recomiendo a María Galindo, que es ensayista boliviana, filósofa. A Marta Sanz, que es escritora y ensayista española. Y a Angélica Liddell, actriz y dramaturga, que escribe todas las piezas que ella interpreta, y ella se considera a sí misma escritora, que no le queda más remedio que subirse a escena y dice algo maravilloso: yo escribo porque no tengo un fusil.