Adiós al Concurso Nacional de Belleza y, en general, adiós a todos los concursos de belleza en Colombia. No es posible que estemos casi finalizando la segunda década del siglo XXI, y que aún se lleven a cabo certámenes que son muestra de arraigado machismo, cuya única repercusión cultural es reforzar estándares clasistas y racistas.

concurso nacional de belleza 2017

El Concurso Nacional de Belleza nació en 1934, como un evento para congregar al país en el marco de la celebración de la independencia de Cartagena. 1934, cuando todavía faltaban veinte años para que las mujeres en Colombia tuvieran derecho al voto, una época en la que el destino de la mayoría de las mujeres de este país era el matrimonio o el convento y, en ambos casos, consagradas de manera vitalicia a los oficios domésticos. Es hora ya de ponerle fin a una práctica que nada tiene que ver las conquistas jurídicas, sociales y económicas que han logrado las mujeres hasta la fecha, en el camino hacia la equidad de género.

No es posible que sigamos viviendo en un país que, por cuenta de estos concursos, demuestra una obsesión por la belleza de la mujer joven, esbelta, soltera y virgen, es decir, las “Señoritas”, y que a partir de ello desconoce y demerita a las mujeres que no encajan dentro de esas categorías.

Reconozcamos que toda la dinámica de un concurso de belleza es bastante ridícula. ¿Qué gana una mujer al subirse a una tarima en paños menores o traje de gala, a exhibirse de manera parsimoniosa, impostada, sobreactuada, con tal de obtener una aprobación basada exclusivamente en su aspecto físico? Qué gana una mujer de este siglo al ser considerada la más “buena” del ramillete, habiendo tantos derechos sociales, políticos y económicos que la mujer aún está por conquistar y que deberían ser su prioridad, en lugar de estar peleándose por una corona que en últimas no representa absolutamente nada.  Porque ese título de “reina” qué, ¿de cuándo acá la panela, el ñame, la arracacha, Raimundo Angulo o RCN, conceden título nobiliario?

Señorita colombia

Los concursos de belleza perpetúan la idea de que una mujer es sólo un objeto de contemplación cuyo valor radica en su capacidad para atraer miradas, es decir, su capacidad para ser objeto de deseo, al tiempo que su intelecto no importa o importa sólo para ser tema de burlas, cuando presa de los nervios, alguna de las candidatas responde en la sección de preguntas con algún disparate.

La belleza no es un talento, es una construcción social o a lo sumo una coincidencia biológica, entonces ¿por qué una competición para elegir a la que “más” encaja con esa construcción, que al fin y al cabo es de lo más relativa? Sin descontar que la belleza en estos certámenes constituye, por lo demás, un hecho quirúrgico y de retoque digital; entonces, ¿qué es lo que se premia?, ¿la superficialidad, el inconformismo con el propio cuerpo, la obsesión por encajar en los estándares de belleza?

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No es justo que haya departamentos, distritos o municipios, destinando recursos públicos para patrocinar la participación de una candidata al Concurso Nacional de Belleza. Además, hablando de presupuestos, es evidente que el del Reinado Nacional agoniza. Desde el año 2000 a esta parte hemos visto cómo el concurso se ha venido a menos; se nota en la talla de los artistas que interviene en las presentaciones musicales, en la celebración de los eventos previos a la noche de coronación fuera de Cartagena (porque Cartagena sale cara), en el bajo rating de las teletransmisiones y ahora en la poca relevancia que obtuvo al celebrarse en marzo y no en noviembre.

Que vivan las mujeres, que viva la belleza, pero que el valor de una mujer no se fundamente exclusivamente en su apariencia, eso es triste.

Anoche, durante la primera versión del concurso celebrada en marzo, las cinco preguntas para las finalistas estuvieron enfocadas en los cambios sociales y políticos que han ocurrido en este siglo, tendientes a construir un mundo igualitario, en el que prima la inclusión y en el que los derechos de las mujeres y la equidad de género son prioridad. Sería consecuente entonces que el mismo Concurso Nacional de Belleza considerara la de este año su última versión, y así aportara a la lucha por los derechos de la mujer, cesando de una vez la violencia de género que ejerce contra ella cada año.