El oso de cristal deja que la luz atraviese su cuerpo. A su lado, el ojo vigilante cambia de color, el tipo que va con su perro fuma, allá en su universo color violeta. Mientras, el muchacho del afro sonríe, mueve su pelo y deja que su carcajada se escuche. La mujer es un poco tímida, gira la cabeza y detiene su mirada para contemplar la caída de la tarde. Entonces, el niño del fondo chifla, se ríe, juega con los círculos que tiene cerca. Justo en ese momento, el coletazo de una ballena los asusta a todos. Es de noche en un barrio de Cartagena.
En el barrio Luís Carlos Galán las paredes de algunas casas cambiaron. Dejaron de ser grises, el color que el cemento les otorga, para llenarse de tonalidades, matices, formas. Un oso de cristal, un ojo en varios colores, un paisaje psicodélico, un tipo sonriente, una mujer rodeada de flores, un niño con formas geométricas alrededor, y una ballena gigante, son algunos de los graffitis que ahora le dan una nueva cara la calle.
Alrededor de siete muros fueron intervenidos por nueve artistas locales y uno australiano. Todo esto, como parte del proyecto Encuentros, una iniciativa que busca poner a dialogar distintas muestras artísticas locales con el fin de que surja un intercambio de saberes que en últimas motive la integración y la puesta en escena de las distintas manifestaciones del arte que la ciudad alberga.
Ronald, que es un trotamundos, salió de Colombia un día y empezó a recorrer distintos lugares. Argentina, Uruguay, Brasil, y algunos países de Europa. Llevado por su espíritu, por sus deseos de conocer, por esa capacidad de conectar con los otros, ha ido dejando amigos en cada lugar. Jerome, el artista invitado, y Olivia su novia son parte de esos amigos. Se conocieron en Uruguay en mayo del 2016.
Así, cuando se enteró que Jerome llegaría a la ciudad, no le pensó dos veces. Algo debía suceder. Y sucedió. Con la ayuda de Bluny, un artista urbano cartagenero, se logró reunir a un número significativo de graffiteros de la ciudad que estaban interesados en ser parte de esta iniciativa.
Se realizó un poster y se publicó en Facebook. Se etiquetó a algunas personas, y esas personas etiquetaron a otras personas, y la bola fue creciendo. Ronald, comunicador social y bailarín, con todo el entusiasmo que lo caracteriza, pudo encontrar a las personas indicadas para que todo se diera.
En este sentido, Encuentros, en cabeza de Ronald Carrillo y artistas como Bluny, Tixzo y otros amigos, permitió el diálogo entre los graffiteros locales y Jerome. El resultado fueron dos momentos, primero un conversatorio que se llevó a cabo el 11 de marzo en la Biblioteca Jorge Artel, en el que primó el intercambio de experiencias, las reflexiones, las anécdotas, y la admiración mutua. Segundo, la intervención de varias paredes del barrio Luís Carlos Galán el día 12 de marzo bajo el título Graffiti pa ti, graffiti pal barrio.
El artista viajero
Jerome Davenport es un artista australiano que se destaca por intervenir cualquier superficie y convertirla en su lienzo. Como aparece en su página web, Jerome, logra borrar los límites entre el graffiti y el muralismo y nos ofrece una obra llena de colores, detalles y verosimilitud.
Por estos meses, Jerome y su novia Olivia se encontraban viajando. Recorrieron varios países de Centro y Suramérica, dejando en algunos de ellos, como una huella de su paso, un garffiti. En Bolivia, por ejemplo, fue el rostro de una anciana boliviana. Así, llegó a Colombia a bordo de un velero, primero a Santa Marta y luego a Cartagena. Atraído por los colores y por la alegría de Ronald, el grafitero no dudó en vincularse al proyecto.
Ese sábado 12 de marzo al llegar al barrio, él ya estaba listo para empezar. Tomó un taxi junto a su novia, y aunque se perdieron un poco, supieron llegar. Estaba emocionado de poder conocer esa otra Cartagena. Los trazos básicos de su dibujo en una pared amplia estaban listos, usó como fondo pintura de color azul. Su obra era el rostro de un muchacho. Al preguntarle cuál era su tema, Jerome, con una sonrisa dijo: Ronald. Sí, el mismo que se había dado a la tarea de generar este encuentro. Para él, Ronald representaba la ciudad que estaba conociendo. Una persona alegre, cálida, llena de colores y con un cabello genial.
Con dedicación, Jerome fue dando forma al rostro de Ronald, ante los ojos de los habitantes del barrio que veían cómo con el paso de las horas, el graffiti cobraba vida. Pasó de ser una figura opaca, a ser una imagen cargada de colores.
Graffiti pal barrio
El talento local no se hizo esperar. Los jóvenes de la ciudad dieron muestra de sus habilidades. Allí conocimos a Tixzo, quien dibujaba un oso de cristal, que en sus palabras: “representa la fragilidad que hay en todas las personas. Sobre todo en esas que vemos que parecen muy fuertes. El oso representa esa imagen de fortaleza, y el cristal el lado frágil”. Tixzo también es rapero, pero cuando está rapeando se llama Shaggo, por eso, bajo el sol de ese sábado a quien conocimos fue a Tixzo y su ojo milimétrico, capaz de trazar la figura del oso a pulso. Él vive en Luís Carlos Galán y fue su padre, Álvaro Lentino, presidente de la junta de acción comunal, quien se volvió un apoyo incondicional para que la jornada se llevara a cabo.
Justo al lado estaba Kathe, una chica de ojos tan expresivos que saltaban a través de sus gafas de marco grueso y una sonrisa amplia que hablaba de la artista modesta que no hacía alarde su talento. Kate empezó trazando la forma de un ojo. Esta era la primera vez que dibujaría en una pared, ella era una mujer de lienzo. En esta jornada estaba aprendiendo a trabajar sobre una nueva superficie.
Perrenque Colectivo es una agrupación de jóvenes que se interesan por distintas formas del arte: el diseño, la pintura y la poesía. El colectivo fue representado por tres jóvenes cartageneros de distintas profesiones. Ellos trabajaban en el rostro de una mujer. Tenían la base del rostro lista. Era un dibujo que no generaba mucha confianza. Algunos lo miraban con dudas. Pero ellos tenían su idea clara. Fueron trabajando la imagen y poco a poco, el rostro fue adquiriendo fuerza y una profundidad en la mirada que parecía imposible que fuese el mismo dibujo de horas atrás. Perrenque colectivo, le apostaba a un graffiti elaborado con muchos detalles.
Serok llegó un poco más tarde. Empezó pintando la pared de negro. Luego fue dando forma al viaje psicodélico de su graffiti. Un hombre-caja, un perro-caja, y un paisaje inverosímil con mucho morado, blanco, gris y café. Como si fuese el sueño producto de algún alucinógeno, Serok le puso un toque distinto y más oscuro a la calle.
Al final de la cuadra estaba Jeffrey: delgado, con las rastas recogidas en un moño, camisilla roja. Trabajaba en silencio. El día anterior había dejado su graffiti adelantado. Ahora, empezaba a darle color. Dice que le gusta dibujar rostros de la gente de la ciudad en contraste con formas geométricas; Así, su idea consistía en el rostro de un niño afro, rodeado de círculos.
Bluny se ubicó en la parte más alta del barrio. Trazaba una ballena en una pared enorme. Luego, con un rodillo, iba dándole textura a lo que sería el océano que rodea al animal. Aquel era un trabajo ambicioso, una apuesta arriesgada. Pero Bluny tenía el talento, la experiencia y la confianza suficiente para llevar a cabo la empresa.
Todos en su propio viaje, con sus ideas y sus colores, concentrados para lograr un trabajo de calidad. La calle se fue llenando de sonido, de gente, de un ambiente urbano que no daba miedo, que era cálido. Ni siquiera la lluvia logró arruinar el día. Cayó un aguacero rápido que permitió que almorzaran todos. Una vez terminó, los graffiteros volvieron a su tarea.
La galería Urbana
Luís Carlos Galán es el nombre de un político colombiano, candidato a la presidencia en 1982, asesinado el 18 de agosto de 1989 en circunstancias extrañas. Pero si llegas a Cartagena, sabrás que también es un barrio que queda en la zona sur, muy de cerca de Mamonal, la zona industrial de la ciudad. Al caminarlo, podrás descubrir un barrio cuidado, lo que habla de unos vecinos comprometidos con su espacio. Quizás por eso, al comienzo, la idea de ver graffitis en sus paredes generó un poco de resistencia en algunos.
Decía el señor Álvaro Lentino, vecino y presidente de la junta de acción comunal del barrio, que no había sido fácil. Los vecinos se resistían a prestar sus paredes para que los grafiteros las pintaran. La idea no les gustaba. Fue él quien tuvo que ir donde cada uno a explicarles lo que se haría. Se volvió cómplice y padrino de esta iniciativa y su esposa fue la encargada del sancocho para el almuerzo. Así, toda la familia estaba apoyando la iniciativa. Porque como decía don Álvaro: “si es para el arte, se deben prestar las paredes”.
Hay que recordar que aún el graffiti suele ser asociado al vandalismo, a una práctica de jóvenes sin futuro. Pero ese sábado se demostraba lo contrario, toda una cultura estaba coexistiendo con los vecinos sin generar mayores traumatismos. Una generación de jóvenes que viven en Cartagena y que van encontrando espacios para plasmar sus ideas. Una muestra más de cómo el arte, cuando llega a los barrios, logra generar dinámicas de inclusión, reconocimiento y solidaridad.