El sábado 16 de abril, Aterciopelados se presentó en el Teatro Julio Mario Santo Domingo de Bogotá, como parte de su gira de reencuentro “Relucientes y Rechinantes. Ante un aforo completo, los Atercios desplegaron lo mejor de su repertorio, combinando clásicos, novedades y sus proyectos individuales.

20160416_214140

Relucientes y Rechinantes rescata y renueva los éxitos más notables de su repertorio. El concierto del sábado fue como fijarse en un álbum familiar, en el que a los fans solo nos bastó cerrar los ojos para ver en cada parpadeo las fotos de la historia de Atercios. Tantos recuerdos compartidos, desde que Andrea llevaba el pelo a ras, oxigenado y la cara llena de piercings y Héctor cargaba unas dreads a las que parecía que también podía sacarles notas de bajo.

Quienes fuimos a verlos el sábado, somos de los que crecimos viéndolos crecer como banda. Estuvimos ahí cuando Mtv Latino los consentía, Soda Stereo se los llevaba de gira y cuando caminaron por la alfombra roja de los Premios Grammy de 1997, como los primeros colombianos en ser nominados. Somos de los que acompañamos su crecimiento espiritual y su conexión con el misticismo indígena en su era chamánica. También de los que seguimos acompañándolos cuando la energía maternal impregnó sus canciones y cuando el compromiso político se hizo más latente. Las canciones de cada una de esas etapas resonaron el sábado en el Julio Mario y resuenan en el jardín subterráneo de orquídeas del país; los Atercios siempre han estado ahí para llenar el álbum nacional con imágenes y canciones icónicas.

En Relucientes y Rechinantes, el montaje que adorna la tarima está hecho con material reciclado; lámparas armadas con botellas de detergente, correas de guitarras hechas con tapas plásticas. El concepto desafía hasta dónde llega la utilidad de un elemento y demuestra que lo viejo, no por viejo, debe ir a la basura. Lo viejo puede cobrar nueva e incluso mejor vida, tal como esos elementos plásticos que, en vez de desperdicios, se convierten en una llamativa y colorida decoración. Así mismo, las canciones de Atercios, que en su mayoría han cumplido 20 años, brillaron el sábado como acabadas de componer. Héctor y Andrea son prueba de que se puede relucir a los 50 años. Aterciopelados se recicla para demostrar que es posible fundar una nueva vida, incluso después de que uno ya es una leyenda.

Ese aire de novedad con el que han vuelto, quizá se deba al elemento juguetón que siempre han manejado en su forma de ser, looks y composiciones. Sus canciones no pierden vigencia porque así como un juego, es posible empezarlas con emoción una y otra vez. A ellos los hemos visto probar todos los registros, desde lo más punkero hasta lo más pop, desde lo más electrónico hasta lo más tropical. En cada etapa mantuvieron la intención lúdica que nos ha invitado a jugar con ellos a evolucionar musicalmente.

Por eso estábamos allí quienes llenamos el Julio Mario el sábado, pagando una de las boletas más costosas que se han vendido para un concierto de ellos, pese a las muchas veces que les hemos visto gratis, porque no importa pagar o no, vivir la experiencia de Aterciopelados en vivo siempre vale la pena.

Ellos son la semilla nativa del nuevo siglo musical de este país. Si no fuera por ellos, no existiría Choc Quib Town, Bomba Estero, Sistema Solar, Monsieur Periné. Cualquier banda de rock o pop nacional de este siglo sabe que en mayor o menor medida, se metió a la música con la idea de tener una carrera como la de Aterciopelados, la única banda colombiana que logró vivir del rock y que ha logrado repercusión mundial.

20160416_205043

La vigencia de Aterciopelados en este siglo se debe a los mensajes que vienen pregonando desde los noventa en sus canciones: amar a la naturaleza, ser patriota, promover la equidad de género, criticar a la sociedad de consumo, oponerse a la guerra. Hoy, estas ideas que en el siglo pasado eran catalogadas de hippy, son las actitudes básicas que debe manejar cualquiera que desee garantizar la continuidad del planeta. Y los Atercios están aquí para ponerle banda sonora a ese movimiento. El presente los necesita.

De las canciones que tocaron el sábado destaco tres:

Candela: Me quedó claro que es una de las mejores canciones de rock en la historia. Candela es una especie de Light my fire o Satisfaction, pero con una ventaja sobre ellas: No se agota en el rock del siglo pasado. Candela sigue viva en el siglo XXI, porque a diferencia de la música de The Doors o The Rolling Stones, incluye la energía femenina, la energía mestiza y la energía de América Latina, el nuevo mundo.

Maligno: Definitivamente la graduación de Aterciopelados como músicos desde 1998. Incluida en ese gran álbum que es Caribe Atómico, en Maligno, Aterciopelados se da el lujo de llevar el mestizaje musical al extremo, dándole la bienvenida a lo electrónico, sin olvidar el folklore de nuestras regiones latinas, logrando esta poderosa balada de rock que retumbó en el Julio Mario a coro herido, luego de un magistral intro de bandoneón.

Bolero Falaz: Cuando le llega el turno en tarima, entiendo que es la gran canción de Aterciopelados. Este bolero falso es la canción del mestizo emancipado que honra y a la vez parodia al bolero y a la canción popular melodramática latinoamericana. Bolero Falaz es la canción del indígena que se caga de risa ante la solemnidad que pretende imponerle el español. Ese sentido de libertad fue lo que le permitió a Andrea y Héctor, darle nueva vida a un invento viejo, el rock. Entrados los noventa, el rock ya era cosa del pasado. The Beatles, The Doors, Led Zepellin, Queen, todas las grandes bandas habían colgado los guayos. Fueron los grupos de rock latinoamericano los que llegaron para reencarnarlo y heredárselo al siglo XXI como algo nuevo: El rock mestizo. De este último, sin duda, una de las páginas más emblemáticas es Bolero Falaz.

Estos tres temas y varios más, fueron coreados a voz en cuello y de pie en el Julio Mario, como si de himnos nacionales se tratara. Cuando estoy en un concierto de Atercios y aprecio a todo un parque o todo un teatro coreando sus canciones, me doy cuenta de que entre todos los que disfrutamos su música existe un hilo común, un hilo cultural que nos hace hermanos por línea de Aterciopelados, gracias a ese imaginario común de canciones e historias que compartimos en el corazón. Por eso les agradecemos haber resuelto sus diferencias, para rearmar el rompecabezas y fundar este futuro reluciente y rechinante para la banda.

Mientras Aterciopelados quieran seguir así, frescos como una lechuga, celebrando su nueva vida con gozo poderoso, sus seguidores estaremos allí, picando en las flores de sus canciones, bailando como una tribu alrededor de su fuego musical que nos convoca.

Con el concierto del sábado quedó demostrado, Aterciopelados es y será para rato, un sortilegio efectivo, un hechizo musical que enamora, que hermana y que hoy, como desde hace más de veinte años, nos devuelve a los habitantes de la selva de cemento a un sentido sagrado.

 

Un vídeo publicado por Cabeza de Gato (@cabezadegatorevista) el