El rostro de Lucas Villa se alarga sobre el asfalto, resultado de la destreza de un grupo de artistas vinculados al paro nacional. Arriba de la cara, las letras de su nombre se sostienen con medio cuerpo ensangrentado. La sonrisa casi abarca de andén a andén. Es un feliz retrato en blanco y negro.
Viernes / Mayo 7 / 2021 / 8:00 p.m.
Las campanas de la Torre del Reloj están sonando anunciando que el toque de queda acaba de empezar. Pa dentro, pa la casa, debería ir todo el mundo conforme al decreto del alcalde. No puede haber un alma afuera “pendejiando” después de las 8. Sin embargo, hay un movimiento en la calle que persiste. Una brocha pinta de acrílico la avenida entre la Plaza de la Paz y El Camellón de los Mártires. Con el último toque de gris, la oreja derecha queda lista.
El rostro de Lucas Villa se alarga sobre el asfalto, resultado de la destreza de un grupo de artistas vinculados al paro. Arriba de la cara, las letras L U C A S se sostienen con medio cuerpo ensangrentado. La sonrisa casi abarca de andén a andén. Es un feliz retrato en blanco y negro. Lo completa la palabra V I V E, sosteniendo la barbilla del joven abaleado 8 veces desde una camioneta en el Viaducto de Pereira. Autores materiales e intelectuales todavía por identificar y un país que rabiosamente reclama justicia por este crimen.
A esta hora Lucas, como dicen los periodistas que lo rellenan todo con frases de cajón, se debate entre la vida y la muerte en una clínica de Bogotá. Junto a la oreja izquierda del retrato comienza El Camellón de los Mártires. Las manos de los pintores que con prisa dan últimos toques aquí y allá, parecieran ejecutar un lenguaje de señas diciendo: ojalá no te conviertas en uno más de los sacrificados.
El gobierno colombiano decidió, desde hace 10 días, contrarrestar una protesta pacífica animada por justas razones, a punta de una descarnada violencia policial y militar. Nos están matando en Colombia, se le oye gritar a Lucas en un video de Instagram, horas antes de que fuera baleado.
Los pintores confirman haber terminado su creación. Se aplauden a sí mismos para felicitarse. Terminaron justo a tiempo para cumplir con el toque de queda. De lo contrario la sonrisa de Lucas hubiera pasado la noche inacabada. Desde el otro lado de la plaza donde está la estatua de Cervantes, suenan sirenas y destella un rojiazul eléctrico y deslumbrante. Un par de policías motorizados arreando a la gente para borrarlos de la zona.
Un hombre vestido con una camisa y gorra de los Yankees desatiende la orden de los agentes. Se para junto al dibujo sosteniendo la típica pose de hacerse un videoselfie. En Cristo Jesús todos somos vivos, grita hacia su celular. Otro joven intenta abarcar toda la pintura con la cámara de su teléfono. Es imposible, dice, solo con un dron podría lograrse. Así de grande es el LUCAS Villa que VIVE ahora en uno de los cruces más emblemáticos de Cartagena.
Los policías apuran a los pintores. Ya, ya, en 5 minutos arrancamos, piden a manera de tregua, mientras recogen sus materiales. Para llevar a cabo la obra se cerró el paso vehicular. Un puñado de agentes de tránsito custodian y aguardan para reestablecerlo. Los otros agentes, los verdes, hacen de cancerberos en las 3 bocas de la Torre del Reloj. Pedro de Heredia, “tu papá te quiere”. Quién sabe si habrá más policías en cubierto, haciéndose los civiles. Con el tráfico suspendido, los jóvenes pintores pudieron hacer su homenaje sin la preocupación de que una camioneta se los llevara por delante.
Miro hacia la explanada del Palacio de la Aduana para cerciorarme de que no haya policías allí. El lunes, desde esa altura, lanzaron los gases lacrimógenos para despejar al grupo de jóvenes que, según audio del alcalde William Dau, supuestamente planeaban derribar la estatua de Pedro de Heredia. Se trataba de la protesta pacífica de unos estudiantes universitarios. Pacífica y artística como la protesta de Lucas Villa.
Un par de policías verdes se acercan al dibujo para contemplarlo. No puedo escuchar lo que dicen, ni leer sus labios. Llevan la boca tapada siguiendo los protocolos de seguridad. Me pregunto si conversarán acerca de los 8 disparos que recibió Lucas en el cuello, región púbica y un dedo. ¿Cómo es que sigue vivo?, ¿quién le disparó cada una de las balas?, ¿acaso se preguntarán eso? No. El uno bosteza y el otro se agarra las bolas.
15 minutos han pasado ya desde la 8:00 en punto. El Tráfico se reanuda. Desde mañana los pesados buses de Transcribe pasarán por encima del rostro de Lucas. Las mayúsculas ensangrentadas de su nombre y las blancas del VIVE tendrán que resistir el aplastante y polvoriento paso de las llantas. Se fue al cielo luchando por este país, ¡forever Lucas!, grita el hombre uniformado de los Yankees, otra vez filmándose junto a la pintura.
Escuchar al que se viste como beisbolista y le habla a su celular con tono de evangélico, hace que me vuelque a Google. Deseo que la arenga del pastor deportista con ínfulas de influencer no sea más que un fake news. Lucas está vivo, rezan los titulares más recientes que aparecen como respuesta a mi búsqueda. Lucas está vivo, repito mentalmente y descanso. Su sonrisa me sirve de puente para pasar del Centro Histórico hacia Getsemaní. Su nombre en la carretera sigue sangrando. Pero está vivo. Vivo. Forever.