Te crees gente de bien pero en realidad eres pobre. Necesitas la droga de sentirte gente de bien para no darte cuenta de que en realidad eres un esclavo de tu trabajo y de tus deudas. ¿Cada cuánto el banco donde tienes la tarjeta de crédito te llama para proponerte que refinancies tu obligación? Comprar uno que otro seudo-lujo a crédito no te sube de estrato. Crees que eso te acerca a ser gente de bien, pero cada extracto bancario te confirma lo contrario.  

Patricia Fernandez

Eres pobre, acéptalo, deja que estas dos palabras salgan de tu boca sin asco: Soy pobre. ¿Cuántas veces has dicho que eres clase media para suavizarlo? Sí, yo sé, creciste en Colombia y sabes que ser pobre es sinónimo de sufrir. Y tú no quieres sufrir, tú quieres subir de estrato, eso es lo que quieres. Y entonces te quedas perdido entre la clase social a la que realmente perteneces y por cuyos derechos no luchas, y la clase social a la que aspiras pertenecer pero nunca pertenecerás, y a la que no le haces sus merecidos reclamos. El sistema no funciona para que gente como tú entre a ningún club social, tu único club será el de los aspirantes, el de los que si se quedan sin salario, se van directo a data-crédito, si es que ya no te reportaron.

Tu club social es el bar del centro comercial con las cervezas artesanales a precios inflados. Después de ir a la universidad, beber en la tienda de tu barrio te apesta. Te gusta ir a lugares “nice”. Te gusta pagar cinco veces el valor real de un producto solo por consumirlo en un lugar en el que satisfagas tu deseo de ser gente bien, de sentirte gente de bien, gente linda, así sea por un rato. Es el resultado de haber crecido frente a un televisor que te embutía pautas publicitarias que a toda hora te decían, serás feliz solo si compras algo. Sin embargo, al segundo siguiente de haber pagado, ya sientes el vacío. Ese objeto que tanto deseabas tampoco te hizo feliz.

 

Ya que estás aquí llégate también por acá: El rostro de Lucas Villa es ahora un puente en Cartagena

 

¿A los cuántos años de estar pagando un Iphone a cuotas te vas a dar cuenta de que no eres gente de bien? ¿Cuántas horas de trabajo al mes inviertes para poder llevar un aparato en la mano, convencido de que es la manera de escapar de que la gente piense que eres un marginal?

Ya, acéptalo, no hay lío, haces parte de la clase social que sostiene a la tal gente de bien, que de buena no tiene un pelo. Esos deeesssgraaaciados no va a permitir que alces cabeza. Necesitan tu lomo para sostener sus fincas, aviones, sus mansiones, sus universidades, sus medicinas prepagadas, su ropa de marca, todas esas cosas que a ti te gustaría tener pero que ninguna tarjeta de crédito aprobable para ti podrá comprarte. Tu vida se trata de pagar las cuotas de los pequeños lujos a los que accedes. ¿No te gustaría más bien un descanso?

Patricia Fernandez 1

Aspirar a la vida de rico que sientes que mereces es agotador. O acaso dime, ¿no es agotador? Yo misma que estuve en tu lugar lo sabía y me lo negaba. En la oficina, sentada en mi escritorio, comiendo del porta-comidas en el que llevaba el almuerzo, la tajada de plátano maduro me lo decía en mi cara con toda su manteca, eres pobre, el día de pago está bien lejos, ya casi ni para el bus te queda. Pero yo, como tú ahora, prefería no escucharla, me aferraba a que al menos el día de la quincena podía almorzar un ejecutivo en lugar de un corrientazo. Al menos dos días al mes lejos de la manteca.

La foto en modo retrato que te tomaste con el Iphone sacado a crédito te consuela. La subes a tus redes sociales, pareces feliz y la gente te da like y te comenta. Sonríes con esos dientes grandotes, blanquísimos y cuadriculados que te mandaste a hacer con materiales que se rompen con cualquier mordisco. Querías que tu sonrisa se pareciera lo más posible a la de la gente de bien que ves en las telenovelas, en las películas de Hollywood, en las revistas de farándula. Ahí fue otro tarjetazo, otro consuelo a crédito que quién sabe cuándo terminarás de pagar.

Te crees gente de bien pero en realidad eres pobre. No tienes derecho al descanso. Las deudas que tienes fueron elegidas para ti por el sistema para que nunca se satisfagan. Para que por más que trabajes sigas siendo pobre, mientras la gente de bien lo consigue todo con menos de la mitad de tu talento y trabajando una décima parte de tu jornada o quizá hasta sin trabajar. Pero cuando ves sus caras en las redes sociales (tú les sigues, ellos a ti no), en lugar de sentir rabia y denunciar la injusticia de un mundo académico y laborar en el que no se asciende por mérito sino por linaje, lo que haces es culparte, es que no has trabajado lo suficiente, es que no te has esforzado tanto.

El día que aceptes tu pobreza, quizá dejes de desear que te acepten en el club de los potentados y te vincules a los demás que te acompañan en la precariedad y entonces saldrás a marchar. La lucha por la equidad social te espera. Deja ya de escuchar canciones que vanaglorian a los ricos y a sus estilos de vida. Es hora de que despiertes a la realidad social de tu país. La llamada gente de bien, la clase alta colombiana, no está dispuesta a ceder y mucho menos a renunciar a sus privilegios. A ellos les conviene la gente como tú, gente que en lugar de salir a marchar por una repartición equitativa de la riqueza, se la pasa todo el día soñando con vivir la trama de una telenovela mexicana: Algún día encontraré al amor de mi vida y heredaré una fortuna.

 

Patricia Fernández

Orgullosamente costeña. Felizmente divorciada. Me puse las pilas y terminé mi carrera de finanzas, pero no en la San Marino sino en mi alma matter, la Universidad Pública del Caribe. Ex secretaria de presidencia en Ecomoda. Los tengo demandados porque me quedaron debiendo unas prestaciones. El día que acepté que era pobre, empezó mi activismo. Lucho por un país en el que se reparta equitativamente la riqueza. ¡Que viva el paro nacional!

 

Ya que estás aquí llégate también por acáLlevo 9 noches sin dormir