El pueblo se preparaba para otra catástrofe. Resistía cada tanto a la rebeldía del río y se había recuperado de la desaparición de centenares de familias en los fatídicos años de pandemia que acabaron en 2022. El cabildo local, compuesto en su totalidad por políticos del Partido Rojo, no era optimista ante lo que se repetía como un hecho en la radio y en las calles: “Este pueblo se va a mariquear”.

La implantación-Ana María Cuesta

Faltaban dos meses para el proceso y sobraban dudas entre los habitantes de Abadía, territorio atrapado entre aguas y cordilleras, del que sólo se podía entrar y salir por una vía custodiada por el Ejército Federal y en el que, en el último año, los sermones en las parroquias ofrecían indulgencias a los hogares que serían golpeados con la imposición de una agenda feminista de izquierda.

En casa de Darío los últimos meses fueron frenéticos. Iniciaba el día en oración o entrepiernado encargando sudoroso a una hembra que más adelante no le trajera problemas. Las cosas ahora eran inciertas y había procurado que en su casa no faltara el pan ni la píldora que ponía en el jugo de su hijo de once al desayuno. Si Dios disponía y el pequeño quedaba dentro del primer grupo que participaría del piloto, llegaría con el cuerpo amachado por la testosterona. El pequeño era potencial candidato para La Implantación a la que serían sometidos los abadienses más jóvenes, pero ninguna autoridad, de hecho, nadie, confirmaba nada. En la práctica ya no existían los medios. Abadía llevaba un año desde que se anunció el proceso, aislada por decreto de cualquier información ajena a sus límites. Sólo sonaba el discurso rojo, pues esto que ocurriría era culpa de ellos y los votantes llevaban décadas eligiendo a gobernantes de esa tonalidad. Los mediosdías eran de propaganda y el alcalde Raymond repetía en la señal local:

Jesús no nos olvida. Nos vamos a recuperar aunque intenten despojarnos de nuestros valores con esa agenda abortista y homosexual. De esta dificultad saldremos juntos como comunidad y Dios verá a sus hijos.

***

El niño no entendía qué ocurría, por qué sus padres abrían la puerta de la pieza mientras encargaban o se tocaban. No entendía por qué esto comenzó a pasar a cualquier hora y en silencio, pues luego nadie hablaba del tema. Los días que no lo despertaban con el jugo de Bienestarina, lo hacían con el ruido de sus jornadas mientras él se tapaba con la sábana y apretaba bien duro los ojos tratando de no escuchar. Acostado pasaba el tiempo y los polvos refugiado entre almohadas. Cuando acababan, el niño se preguntaba por qué su padre le repetía que él era un varón, que tenía que portarse como uno y ¿qué tenía eso que ver eso con los videos de cuerpos desnudos que quedaban reproduciéndose en casa cuando los mayores salían a sus cosas? El niño sólo quería un abrazo, a sus papás, los de antes, y salir a la cancha a gritar ¡gol!

Darío, el padre, era militante de la causa roja que ya había logrado polémicas conquistas en Abadía poco después de que Colombia se volviera un país federal. Llevaba semanas con un sentimiento que no podía admitir hacia su propio hijo, imaginándolo en el Piloto Experimental de la Imposición de la Ideología de Género o La Implantación, a secas, como todos le conocían. A ella serían sometidos los más jóvenes luego de que el distrito quedara elegido por sorteo nacional.

Darío le hablaba con orgullo a su hijo de aquello que logró con su voto para restarle importancia al fracaso de su partido que había condenado al pueblo al anunciado y controvertido proceso de pérdida de hombría.

En este pueblo, mujer que aborte paga cárcel. Quien consuma o porte vicio también. No es lugar para bandidas ni maricones. Gracias a nosotros acá sólo hay espacio para la gente de bien. Hijo, usted tiene que resistir.

Y aunque en Abadía vivía una minoría Verde que salía megáfono en mano, en la clandestinidad, a desmentir la posibilidad de que sus jóvenes se convertirían repentinamente en homosexuales por una pócima de la izquierda, no había mucho que hacer. La polarización había llegado a niveles tan absurdos que lo que los dirigentes Rojos susurraran, inmediatamente se convertía en dogma, en ley, entre una militancia creyente y fiel que me recordaba esto de Jonestown en los setenta.

***

44 días era todo lo que quedaba para que iniciara el proceso y en el 46 y 47, en las radios y teles, no pasaron la alocución vespertina de Raymond. Los vecinos se congregaban antes del almuerzo, los fines de semana, para lo que se tenía que decir y a veces juntaban a sus hijos, los jovencitos, a los que venían preparando de maneras distintas para aquello que les ocurriría, con el objetivo de que recibieran el mensaje de resistencia de Ray, mientras éstos se miraban de reojo con aquel jueguito mental en el que uno se repetía a sí mismo, ya está, me voy a volver en esto que ya soy y en el que el otro imaginaba si llegaría su primera vez conteniendo los latidos que le emergían de allá abajo y el otro se preguntaba por qué a mí, por qué nosotros. El hijo de Darío sólo pensaba en lo que le repetía su padre encontrándose, de repente, diferente a los demás: con más pelos y peso y con una bolita que le sobresalía del cuello.

Pero ese mediodía, cuando algunos chicos también miraban a las hermanas de sus amigos y algunas respondían a esos ojos con timidez, el contacto se perdió entre gritos: ¡¿Qué le ha pasado a nuestro alcalde? Qué haremos sin él?! El presentador del informativo ampliaba la situación delante de un portón del que salían y entraban rojos, pegado a una muralla de tres metros y el mismo tono, que rodeaba una propiedad de media hectárea en la que quedaba difícil husmear por las púas electrificadas.

Se reportan signos de violencia desde aquí, la residencia del mandatario. El cabildo no descarta que se trate de un secuestro y ha anunciado la apertura de una investigación. El Ejército Federal no ha reportado la salida de abadienses en las últimas 96 horas. De sus hijos Raymond Jr. y Roman tampoco se ha sabido nada.

Cuando el presidente de los Estados Unidos de Colombia había anunciado la elección de Abadía para la demostración social de los Rojos sobre la veracidad de sus discursos electorales, el pueblo entró en un periodo preparatorio. Los habitantes serían judicializados por cualquier contacto extramuros. Al día 43, antes de La Implantación, la alocución vespertina la había asumido el Cabildo y cuando las mayorías elevaban plegarias para la liberación de uno de los fundadores del partido del que tanto les he hablado, los pocos escépticos no entendían cómo se podía esfumar una figura pública en un distrito de 700 mil habitantes, del que desde hacía un año era complicado escapar.

Raymond Chivatá los ha dejado solos con este ridículo proceso que les ha metido a ustedes en la cabeza. Por favor abran los ojos, exclamaron esa noche los megáfonos del otro color político que maniobraba en el pueblo como una insurgencia.

Pronto los abadienses más jóvenes serían conducidos a Centros Correccionales de Género y las hermanas se quedarían sin hermanos, las madres sin hijos y La Implantación con dos participantes menos.

***

El mundo por fuera de Abadía no hubiera hecho un festín con la noticia si Roman se hubiera guardado para él el momento del champán que compartió con su padre en aquel llamativo chalé en la inmensidad del mar. El alcalde Chivatá fue detenido, tiempo después, cuando las Correccionales cumplían cuatro meses de adoctrinamiento y en Abadía seguían difundiendo hipótesis conspirativas sobre su paradero.

Era marzo de 2059 y los Rojos llevaban décadas logrando curules y posiciones en todo el país a través de estrategias cuestionables, denunciadas como falaces por los Verdes, parecida a la vieja amenaza ‘castrochavista’ que escaló bien al norte y propició un segundo mandato del empresario de la piel mandarina o la supuesta colonización homosexual, desde la Ideología de Género, que tuvo cuota en el fracaso de la refrendación del acuerdo de paz con una guerrilla de la Colombia del ayer.

Las leyes que habían cambiado hacía una década en aquel plebiscito impulsado por los Verdes, que habían logrado por primera vez en la historia la Presidencia del país con una oposición extremista, obligaban a las colectividades políticas a demostrar que los discursos con los que pescaban votos y adeptos trascendían a historias populistas o a simples ‘fake news’. Fue así como Abadía quedó metida en la misión roja de alterar a sus niños en un país que había cremado la aplicación de los derechos humanos y al que le irritaba verse en el espejo vecino del exdirigente bolivariano al que tanto llamó dictador.

Nadie supo más de sus hijos desde que los abandonaron en aquellos centros educativos que se disfrazaron de campos de concentración. Ventanas cubiertas, hombres armados e instructores con máscaras atrapaban a los jovencitos que, descalzos y vestidos con monos blancos, eran obligados durante el día a repasar publicaciones como ‘In Bed with David & Jonathan’ y, en las noches, a tratar de darle vida a sus penínsulas.

El día que detuvieron al alcalde abrieron las puertas de una correccional y los vecinos que advirtieron la novedad se apostaron a las afueras. Una furgoneta ingresó sobre las 11 y salió dos horas después con un participante de lágrimas secas y cianosis. -¡Es su hijo señor, es su hijo!. El niño, herido, viscoso, untado todo del color que ahí les produjo asco y, no amores, sólo pedía perdón. Perdón. Perdón a su padrecito.

***

Abadienses: Que esto que ocurrió nos haga reflexionar y nos una hoy más que nunca en el propósito de acabar en todo el país con estas prácticas aberrantes, contranatura. Con esta homosexualización de la izquierda y esta agenda peligrosa que, quedó evidenciado, es real, puede alterar a nuestros niños y a nuestras familias. Perdí a mi hijo en el proceso y extiendo mi abrazo a las familias que quedaron inconformes con los cambios que sufrieron los suyos. Pero mi hijo no es más que un héroe. Y los suyos también. Como su nuevo alcalde, les pido que le mostremos al mundo que la causa roja tiene más vida que nunca. Y pidámosle a Dios por nuestro dirigente Raymond, víctima de un montaje judicial. Estamos juntos en esto.

Desde ese día, Darío ocupó las alocuciones vespertinas tras el éxito de un proceso en el que el pueblo creyó lo que quiso.

Te gustaría participar en nuestro traller de escritura creativa? El próximo ciclo empieza el jueves 22 de julio. Acá está toda la info:

Taller de Escritura Creativa: Descubre tu propia voz, escribe tu mejor cuento