El escritor Oscar David Ramírez presenta en Cabeza de Gato esta carta que dirige a uno de los personajes del libro Mis Documentos, del autor chileno Alejandro Zambra. Un diálogo literario en torno al gusto por el cigarrillo, su relación con la lectura, la escritura y acerca de qué le sucede a un fumador ante la obligación de dejar el hábito.

(Lea también el cuento No translation)

Yo fumaba muy bien Zambra Mis documentos

Yo, al igual que tú, también fumaba muy bien, era uno de los mejores.

Fumaba con pasión, con alegría, con naturalidad y fluidez. Muchas veces, tal como te pasaba a ti, tomaba conciencia de estar despierto solamente después de haber encendido mi primer cigarrillo. Soy colombiano; en Colombia la gente dice cigarrillo, no como en la historia en que te conocí, en la que cuentas que alguna vez dijiste, aburrido por la abstinencia de tabaco, que el gran problema de la literatura chilena era que en tu país la gente decía “cigarro”, pero los escritores escribían “cigarrillo”. Me pareció gracioso, como también la forma en que narras tus días sin tabaco, decidido a renunciar a una vida de placer para ganar una vida mejor, más sana, más larga; una vida sin cigarro.

Dejaste de fumar debido a la migraña, que en tu caso es una de las formas más violentas de esta enfermedad: migraña en cluster. Mencionas que leíste un ensayo de Oliver Sacks, en el que dice que no hay tratamientos infalibles, y que en la mayoría de los casos los enfermos se convierten en peregrinos que van de médico en médico y de remedio en remedio.

Yo también dejé de fumar, como tú, aconsejado por un médico. Una tarde caí de mi bicicleta y me fracturé las dos manos. Horas más tarde, sabiendo que me esperaba una cirugía difícil y una larga recuperación, comprendí que me venían muchos días sin tabaco. O, en el mejor de los casos, una vida sin cigarrillo.

Para dejarlo tuviste que tomar un medicamento que fue invadiendo tu cuerpo e hizo que las ganas de tabaco disminuyeran poco a poco. Me gusta cómo haces cuentas con los días que llevas sin fumar, y la forma en que te describes a ti mismo como alguien que va perdiendo la gracia al haber abandonado una de las cosas que más disfrutaba hacer en la vida. Algo parecido a la derrota y al dolor.

Escribías para poder fumar; leías para poder fumar. Hablas de libros y de autores que no conozco, de versos en los que está presente el vicio que has abandonado. Una de las escenas más bellas de tu historia es cuando hablas de tus días en España, una mañana en que desde una ventana, después de encender un cigarrillo, recitaste en voz alta un poema de Enrique Lihn sobre Madrid, y agregas que ese cigarro está en tu lista de los mejores de tu vida.

Dejé de fumar unos meses, con la amargura de hacerlo por obligación y no por voluntad propia. Al principio fue fácil, debido al dolor en las manos y a la frustración que me producía un accidente estúpido que había cambiado mi vida. Igual que tú, sentí miedo de vivir sin tabaco, y me pregunté muchas veces si podría volver a disfrutar de la literatura sin poder fumar un cigarrillo. ¿Cómo es un escritor que no fuma? ¿Se puede hablar de libros sin tener un cigarrillo en la mano? ¿Podré seguir leyendo con el mismo entusiasmo? Tal como dices en tu historia, un no fumador no entiende estas cosas, las cree exageradas y las ve con displicencia.

Empecé a extrañar el tabaco a medida que fui recuperándome. Siento que estoy, ahora mismo, en medio de una recaída. Hay días en que fumo más que otros, aunque comparado con el pasado, ahora fumo muy poco. También cambié de marca, ahora fumo mentolados, son mucho más suaves que el Marlboro rojo y me hacen sentir menos culpable.

Es extraño. Son las cinco y media de la mañana y mientras reviso este texto, pensar en cigarrillos me ha hecho sentir nauseas. Sin embargo, sé que vendrán días en que buscaré excusas para fumar uno más.

Ignoro si seguiste fumando, pues al final de la historia eres ambiguo al respecto. En mi caso, sé que puedo leer y escribir sin tabaco. Lo que me cuesta es pensar en leer y en escribir sin tabaco. En eso nos parecemos: tengo ganas de fumar, pero son ganas ideológicas, no físicas.

Sé que pensaré en ti y en esta historia por mucho tiempo. Gracias porque justo ahora, debido al misterio que hay en las palabras y en los libros, leo en voz alta cosas sobre mi vida que no son fáciles de compartir. Me despido con algo que dices en tu historia, pues aunque creo que es bastante exagerado, tiene el poder de dar ánimo a cualquiera que se sienta derrotado:

“Los cigarros son los signos de puntuación de la vida. Ahora vivo sin puntuación, sin ritmo. Mi vida es un tonto poema de vanguardia”*.

Yo fumaba muy bien Zambra Mis documentos 1

*Frase sel cuento “Yo fumaba muy bien”, que hace parte del libro de Alejandro Zambra, Mis Documentos.