Frank Báez es un escritor de muchos talentos, ha publicado seis libros de poemas, cuatro de crónicas y uno de relatos cortos. Además tiene una banda con la que ha musicalizado algunos de sus poemas, y dirigió la revista Ping Pong de poesía. En 2017 fue seleccionado por Hay Festival como uno de los 39 mejores escritores jóvenes de Latinoamérica. Cabeza de gato tuvo la oportunidad de dialogar con él sobre la poesía, el papel del artista y la importancia de aparecer en las listas.

Frank Báez

Foto: Prensa Hay Festival

 

Por: Rául Padrón Villafañe y Julio César Márquez

Acá en Colombia existe esta idea tradicional de que lo poético requiere un lenguaje especial, y tú vienes como de otra tradición, queríamos preguntarte ¿qué tradición es esa? ¿Cuáles son tus influencias?

Yo diría que las influencias son diversas y que a veces las influencias no tienen que ver directamente con el tipo de poesía que yo hago. A veces veo como influencia por ejemplo a Borges, que es uno de mis autores favoritos, sin embargo más que escribir al estilo de Borges, es más un poco usar los procedimientos que usaba Borges. Cambiar el lenguaje, el humor, lo de los textos apócrifos. Tú sabes, todo ese juego intertextual que hay en Borges y todo eso de alguna manera está en los poemas. Incluso el humor o la ironía, tú lo puedes encontrar también en Borges.

Y claro, de pronto hay mucha influencia que no es directamente de la poesía, puede ser de la música y del arte visual. Me interesa mucho la fotografía y me interesan artistas así como David Hockney, que trabajan mucho la imagen y la composición de una manera muy particular, que ya no es como esa influencia surrealista o del expresionismo abstracto en donde todo estaba muy disperso. Aquí todo  tiene un concepto que va a un sitio. Y los poemas, siempre, de alguna manera, van hacia alguna parte, marchan hacia algún sitio, independientemente de que haya un caos continuo o se esté hablando de cosas que no tienen sentido. Pero me gusta que vayan a algún sitio. A veces lo que me molesta del surrealismo es que parte del principio de que no hay lector, de que tú puedes escribir lo que tú quieras, la libertad total. A mí me gusta realmente pulir los poemas, que queden lo más adecuados para el lector, y eso un poco tiene la influencia surrealista de volver loca a la gente, ¿verdad? Pero para mi caso es que la gente, de hecho, lo pueda leer y entonces se pueda volver loca. Ese es el fin.

Se siente en tus textos esa intención de desordenar un poco.

Sí, yo creo que la poesía es un poco rebelión, ¿verdad? Tiene mucho de rebelión, sorpresa. O sea, si ya tú sabes que un poema va a terminar en esto, es que el poeta falló. Tú sabes, tú estás contra una gente que de alguna manera tú la vas a cautivar, más que sorprender. Porque a veces sorprender es como un montón de trucos baratos. Para mí el objetivo es cautivar. Entonces, tú necesitas de alguna manera como dar el  puñetazo, tú sabes. Y jugar con todo eso. El lector entra en ese juego, un juego de comunicación, finalmente la poesía es eso, comunicar. Pero cuando tú sabes que a tu lector lo tienes ahí, tú tienes que jugar con él, con las percepciones que tiene de lo que es la poesía, de lo que es lo poético, lo que son las imágenes.

Y es un poco lo que hago en los poemas. Por ejemplo, ahí está Samanta (Schweblin), ella lo hace en los cuentos. O sea, Samanta tiene un cuento que va por un sitio y todos pensamos que va para allá, y de pronto tú piensas ¿qué es lo que esta mujer me ha hecho? Esta mujer me está desordenando mi cabeza. Es un poco así, ¿verdad? Mucha de la literatura que me interesa tiene esa capacidad de desordenar.

¿Qué otros autores podrías nombrar como tus influencias?

La gente de la escuela de Nueva York me gusta mucho, Frank O‘hara, Kenneth Koch. Me gusta de Latinoamérica un montón de gente, hay un poeta mexicano que me interesa mucho, Favio Morábito, tiene una poesía muy interesante. Cavafis me encanta. Yo soy muy lector de poesía. Tenía una revista de poesía y me interesaba por toda la poesía joven, quería leerla todita. Soy de los que compra poesía por colección, me gasto el dinero en eso. Si no comprara tanta poesía fuera millonario.

Hay muchas interpretaciones de tu poema Anoche soñé que era un dj, ¿qué piensas de quienes analizan tus textos y textos de otros?

Uno tiene que escuchar cuando le conviene. La gente que confía en que un crítico le va a decir lo que estaba buscando en la obra o si el crítico ve otra cosa y el autor se decepciona con eso, me parece que es un error. Finalmente al lector tú le entregas la pelota y él va a hacer lo que sea: va a jugar futbol o va a jugar basquetbol. No va a hacer lo que tú esperas que haga.

Uno tiene que soltar y dejar que cada quien hable, independientemente de cómo te sientes. Ahora bien, yo creo que, como el letrero ese que estaba en todos los aeropuertos que vi, que ponen a Oscar Wilde diciendo que lo peor de todo es que nadie hable de ti. Claro, bienvenido, ojalá que todo el mundo pueda compartir los poemas y eso, pero yo vengo de la escuela de la poesía como algo misterioso, tengo como esa idea. Todavía me gusta eso de la gente misteriosa y donde las imágenes son extrañas, y que requieren mucho para comprenderlas.

Cuando tus textos tienen mucha exposición, se tiende a banalizar lo que estás diciendo.  Y cuando estás usando estos procedimientos, que quieres hablar de lo popular, y todo eso, y darle como un ámbito un poco más sofisticado, a veces, se confunden las cosas. Y la gente dice como ¿qué tú estás hablando? Un DJ no puede salir en un poema, tú estás desacralizando la poesía y yo no, yo creo que la poesía es sacra  pero, o sea ¿por qué los DJ no pueden ir al cielo?

Entonces, es un poco eso. Que a veces se llega a unas discusiones que son bien tontas. Pero es un encanto por otro lado. Yo he estado en colegios y las interpretaciones que hacen los niños de los poemas son magníficas.  Son bellísimas realmente. Y me sorprende y creo que de alguna manera los poemas crecen mientras haya más lectores, pero lectores de verdad, más activos. Gente que transforme y le dé significado a las cosas.

Es frecuente leer que dicen que todo está dicho, que se han abarcado todos los temas. Entonces, ¿aún hay algo que decir? ¿Cuál es el lugar de la poesía en este momento?

Yo creo que es un error pensar que ya todo está dicho. Creo que nada se ha dicho, todavía falta mucho por decir. A mí eso me choca mucho. Me toca mucho.  Si tú te fijas, muchos de los poemas tienen referencias al fin del mundo, a un cierre, a un apocalipsis. Y me acuerdo que había un tipo por mi casa que le daba la vuelta al barrio, así, continuamente caminando, tenía una piedra, caminaba así como si fuera una circunferencia. Entonces, yo pensaba que quizás esta persona, en su locura, es una especie de profeta que está hablando de un eterno retorno y de que todas las cosas siempre vuelven a su punto. Y de que no hay ningún fin, sino sencillamente ciclos que se cierran. Entonces, creo que estamos más en eso, hemos llegado a un punto en el que hay nuevas posibilidades, que debemos aprovechar y utilizar.

La poesía en este momento es primordial y creo que todo el mundo está haciendo poesía a cada rato. Ahora yo estaba comiendo y estaban cuatro muchachos rapeando frente a unos gringos ahí, y yo decía ¿por qué? ¡Pobres gringos! Pero la gente no para de estar hablando, de estar cantando, de estar diciendo sus cosas, y eso es un fenómeno poético. Quizás lo que a veces confundimos, es la cuestión del libro, y lo relacionamos con el fin de la poesía porque los libros no se venden tanto. Pero cualquiera que mira las cifras se da cuenta que esta época es quizás una de las épocas de la humanidad donde se están imprimiendo más libros, sencillamente porque hay más gente que tiene el privilegio de comprar y adquirir libros. Y  esa misma democracia hace que no haya un autor sino que haya mil autores, y esos mil autores no van a vender como si fueran García Márquez.

A veces es un problema de proporción, yo creo. Ahora bien, la poesía es de este tiempo, y creo que un poeta debe partir de ese hecho de que hay un mar de posibilidades. Inmediatamente ya tú piensas “no, esto que estoy haciendo no va para ningún lado. Ya todo se hizo. Bla, bla”. Como que te limita un poco. Ahora bien, quizás, puede ser interesante si tú  partes de ese hecho, ya todo se hizo, porque tú piensas que hay que buscar un nuevo lenguaje. Y si eso te sirve de punto de partida me parece una maravilla, porque siento que ahí hay una primera resistencia, porque el lenguaje cambia, uno no puede hablar con el mismo lenguaje que se habló ayer. Y yo creo que esos son procedimientos para comunicarte con la gente. Una de las razones de la búsqueda poética es de alguna manera esa comunicación. Hay mil formas de hacer poesía pero en esas mil formas siempre tiene que haber una forma en las que haya quiebres.

En uno de tus libros hay un texto que se titula Poemo. ¿Cuál es la génesis de un texto como ese?

Es el que habla de un cuervo, ¿verdad? Yo vivía en Chicago. Tú sabes, yo vengo del caribe, tú no ves cuervos, tú ves cotorras, pájaros alegres, digamos, y de repente estás en ese sitio y no hay nada más específico  que oír a un cuervo graznando en un cielo gris y con un frío del que todo el mundo se está congelando. Entonces, claro, te sale de nuevo lo de Poe, porque ya Poe hizo referencia al cuervo. Y era una imagen, una imagen onírica totalmente, que de alguna manera sale de un sueño y te está hablando de algo que tú no entiendes qué es. Y yo todavía leo ese poema y no entiendo qué es. Pero hay algo que me compele a leerlo una y otra vez. Y tratar de entender de qué está hablando. Tiene que ver con mi vida, tiene que ver con lo que está pasando en el mundo. Pero aquí en este caso, lo que funciona es la imagen. La imagen de algo que no sabes si está ahí o no está ahí. Un poquito eso. Quizás eso es el lector, quizás el lector está entendiendo lo que estoy diciendo, hay comunicación.

En otro poema dices que hay voces que te dicen que no escribas, y aun así sigues escribiendo. ¿Por qué seguir escribiendo cuando hay gente que no quiere que lo hagas?  

Sí, porque el mundo te dice que no escribas. La sociedad está organizada para que tú no escribas. El capitalismo quiere destruir la poesía. Platón, en La República, no les encontraba sitio a los poetas. Porque ¿qué puede hacer un poeta? Es vago. ¿El poeta sería el que va a entretener a las masas? No, el poeta no entretiene, el poeta te dice las verdades que están pasando. Entonces, para cualquier sistema político y social el poeta es un paria, alguien que no pertenece ahí. Y eso es importante, es importante que el poeta lo sea. Independientemente de que a cualquiera le den premios nacionales, nobeles, realmente el poeta no puede pertenecer.

Inmediatamente tú perteneces, se pierde, se diluye tu poesía. Y los poetas que han intentado eso en ciertos momentos, vete a Neruda o a Aragón y un montón más que flirtearon mucho con los movimientos,  bajan el nivel. Lo que no quiere decir que no puedas hacer poesía política. Claro que puedes. Pero de alguna manera, utilizar un libro como un instrumento social, dialectico, algo así, acaba con la poesía.

Los muralistas del siglo pasado, me encantan, y sabían eso, que de alguna manera tú le estabas enseñando al pueblo. Pero tú sabes, te surgen inquietudes. Neruda con Canto General me encanta. Hay momentos que son muy bellos. Mi concepción del poeta es una persona que no pertenece acá, y que se encuentra en su soledad y de esa soledad hay que escribir, tratando de percibir.

Además de poesía, escribes crónica y narrativa, ¿cómo haces para mezclar estos géneros?

De alguna manera uno puede hacerlo todo. Cambiando de género he notado que puedo enfrentar las cosas desde otro ángulo. Uno tiene que escribir siempre, nada de detenerse por temporadas esperando a que venga otra inspiración. Cambiar de género a mí me encanta porque te hace estar trabajando, pero también te hace percibir el arte de otra manera. Los poetas de antes eran así y les funcionaba. Hay gente como Borges que escribió poesía y cuento al mismo nivel. Luego vino Neruda que hizo poesía todo el tiempo. Tienes a Rubén Darío que hizo poesía e hizo un periodismo de primera e igual José Martí. En ocasiones un género no te alcanza para otras inquietudes que tú tienes. De pronto hay juegos intertextuales que puedes hacer también y eso me encanta.

¿Qué piensas de las listas? ¿Crees en ellas? ¿Qué significó para ti estar en el listado de los 39?

Tú sabes. Yo no sigo muchas listas, pero desde que salí estoy muy agradecido. Es un privilegio. Lo veo exagerado, pero me gusta. ¿A quién no le gusta estar en una lista? ¡Es un pendejo! O sea a ti te eligieron, debes estar contento. Yo estoy súper contento. ¿A quién no le gusta que lo elijan? Mira estoy en Cartagena por las listas. Entonces, como que es un privilegio y yo lo reconozco. Me parece un acto de gran generosidad conmigo. Ahora bien, yo no me voy a comprar un libro porque salió en tal lista. A mí me tienen que convencer con una crítica. Pero yo creo que las listas en esta sociedad son necesarias porque hay tantas cosas. Tú sabes, les pides una lista de cosas a tus amigos, le pides una lista de cosas a otro, es un poco también en este momento que no hay un gran escritor, no hay un García Márquez que lo abarque todo. Hay tantos escritores, de alguna manera hay que delimitar. Y sí, estas son cosas, regalitos que te dan, extraliterarios.

¿Podrías darnos tres recomendaciones de autores de tu país que debamos leer?

Tenemos un gran cuentista que García Márquez decía que era su maestro, que es Juan Bosch. Hay una antología de cuentos que sacó Alfaguara. Lo recomiendo mucho. Hay un poeta dominicano, que se llama Manuel del Cabral, muy bueno también. Y lamentablemente voy a poner otro varón, un amigo mío, porque hay que recomendar a los amigos, (risas), se llama Homero Pumarol, vale la pena leer su trabajo.

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