Aprovechando su reciente visita a Colombia, el escritor y periodista Santiago Wills, se reencontró con el poeta venezolano Jorge Vessel. Vessel llegó a la ciudad de Bogotá para participar en varios eventos relacionados con la republicación de su primer poemario Pájaro de cuero negro y el lanzamiento de su segundo libro la carencia, con el cual resultó ganador del X Premio de Poesía Federico Muelas del Ayuntamiento de Cuenca. 

Cabeza de Gato tiene el gusto de publicar esta entrevista cedida por su autor, en la que conocemos a fondo la propuesta poética de Jorge Vessel, una de las voces más interesantes de la poesía venezolana actual. 

Jorge Vessel

El poeta venezolano Jorge Vessel

Jorge Vessel nació en Caracas en 1979. Es escritor y traductor. Estudió ingeniería en su pregrado y tiene un Máster en Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York. Nos conocimos en esa ciudad, en alguna clase sobre narrativa. Su prosa, como su poesía, tenía una levedad aparente que contrastaba con el peso y, en ocasiones, el horror de sus temas. También hay algo de eso en su personalidad: cierta ligereza que ocultaba un humor ácido y un pensamiento profundo que inevitablemente surgía cuando encontrábamos un tiempo para hablar. He extrañado esas conversaciones desde que abandoné Nueva York.

En 2018, Jorge recibió el Premio de Poesía Federico Muelas por la carencia, su segundo libro de poesía. Hace unos meses, luego de que Jorge se mudara a Suiza, el libro finalmente salió de la imprenta. Como parte de la presentación de la carencia, Jorge felizmente aterrizó en Bogotá hace un par de días. Estuvo leyendo junto a la poeta colombiana María Gómez Lara y a la poeta venezolana Gina Saraceni. Quienes asistieron a sus recitales, seguramente encontraron en la voz de Jorge algo de esa acerba liviandad y la dicha que siempre producen sus palabras.  A continuación, les comparto lo que fue nuestra charla acerca del origen de su poesía, lo que se esconde detrás de la carencia y un adelanto de este poemario. 

 

Cuéntame un poco de la historia de la carencia: ¿cuándo la escribiste? ¿dónde? ¿hubo alguna motivación o alguna idea germinal?

La semilla de la carencia vino de mi fascinación por el personaje Laura Brown de la novela The Hours, de Michael Cunningham, sobre la cual se hizo la famosa película en el año 2002. Laura es el personaje interpretado por Julianne Moore: una mujer en 1949 para quien la vida familiar resulta una jaula y quien decide dejar a su marido y a su hijo para obtener su libertad.

Los primeros poemas de la carencia los escribí a partir de 2005 y sentí el deseo de construir la voz de una madre que de alguna manera contase su historia. Nos resulta muy fácil juzgar las acciones de los padres sin saber las verdaderas motivaciones. En The Hours, el personaje de Laura Brown es tachado como monstruo por haber abandonado a su familia, porque no se es madre sin prole. La carencia busca entonces examinar temas como el miedo a la maternidad, el matrimonio impuesto, el adulterio y la vejez desde una rebelión ante un mundo doméstico. La escritura del libro estuvo también influenciada por la atmósfera del frío; quería retratar una desolación a diferentes niveles y en el momento en que comencé a escribir estos poemas vivía en Suiza y viajaba con frecuencia a Europa del Este (Rusia, Polonia, Rumania), por lo que me propuse capturar el sentimiento invernal que la voz trae consigo.

 

 ¿Cuál fue tu primer acercamiento a la poesía? ¿El primer autor que te llevó a este género? ¿Tienes algún recuerdo en particular sobre ese primer momento o acercamiento a la poesía?

Tuve una aproximación un poco tardía a la lectura de poesía. Mis primeras influencias fueron musicales: Björk, Tori Amos, PJ Harvey y Fiona Apple fueron artistas fundamentales para mi creación, donde el lirismo y la melodía estaban invadidos por imágenes femeninas muy características. Fue después que empecé a entrar en el género poético; creo que quedé un poco marcado por la manera en que se educa la poesía en la escuela, siempre tratando de responder la pregunta “qué quiso decir el autor”, como si uno fuese un espía descifrando un mensaje enemigo. Leí entonces a la poeta venezolana Yolanda Pantin y conseguí, en su libro Los Bajos Sentimientos, una ruptura de la poesía clásica y masculina de las aulas. La voz de Yolanda, en especial en sus primeros libros, era hermética, evasiva y oscura, y eso me atraía mucho. Recuerdo nítidamente la primera vez que leí “Yo hice al cable submarino” y sentí en el poema esa melodía que tanto se parecía a la música que escuchaba, el ritmo, el flujo, la intención. Otra poeta que influyó mucho en mí es Alejandra Pizarnik, en especial su libro Árbol de Diana, por el manejo majestuoso de la brevedad. Mi poema “Loba” en Pájaro de cuero negro está dedicado a ella. También la poesía anglosajona fue de gran impacto, en especial la lectura de Ariel de Sylvia Plath y Transformations de Anne Sexton.

Jorge Vessel-la carencia

Si tuvieras que resumirlo en pocas palabras, ¿cuál sería tu arte poética? ¿Las reglas quizás no dichas que guían tu escritura?

Hasta ahora, mi poética ha estado marcada por la creación de heterónimos femeninos, una voz alternativa para escribir; es diferente a la creación de un personaje en un cuento o una novela por el hecho fundamental de que la voz “es” y “siente”, mientras que en la narrativa el personaje “hace”. El reto de sentir lo femenino es algo que siempre me ha interesado. Estéticamente, los poemas de mis dos libros han sido cortos en extensión, de versos breves y, en el caso de la carencia ausentes de toda puntuación. Está en esa rebelión ante la forma establecida que la voz también intenta sublevarse desde la letra minúscula, desde la expresión desprovista de alarde. Además, el lenguaje del poema busca ser conciso, la palabra como arma blanca.

 

En la carencia, hay una relación particular con los animales. “Las arañas no saben amar”; una mirada vacía “enloquece a las moscas”; “la noche arrulla a las alimañas”; “me pregunto si las ovejas/ cuentan hombres para dormir”, entre otros ejemplos. ¿De dónde surge esa relación con la animalidad? ¿Qué buscabas al explorar la naturaleza de los insectos, las aves y “las alimañas”?

Las bestias son la expresión más pura del instinto en este libro. Es en la animalidad que encontré las metáforas más acertadas para que la voz se desarrollase. En mi primer libro, había logrado esto a través del mundo natural nórdico (lava, roca, fiordos) pues la voz estaba cargada de una cierta ira que necesitaba salir. En este caso hay algo más subyacente que quiere ser sugerido, un estado de subversión velada que consigue en la sensorialidad y el simbolismo animal la manera de enunciar. En la construcción del libro, quería retratar la casa (lugar y figura del poemario) como el sitio donde habitan las bestias, con sus sonidos, sus olores y sus impulsos. Es también en la metáfora animal que se logra cristalizar el lado feroz de ese reino doméstico donde se encuentra prisionera la voz, como un “pájaro de un ala”.

 

El espacio en blanco parece tener una gran importancia en tu poesía. Parte de su fuerza proviene del contraste entre ese espacio y la aparente liviandad de las palabras que componen cada poema. ¿Cómo trabajas el uso de ese espacio?

Caí en conciencia del poder del espacio en la construcción de este segundo libro. En la carencia, el espacio está pensado como el silencio circundante. Así, los poemas están escritos a doble espacio para indicar que por cada verso que se enuncia, hay un silencio que se guarda. Las sangrías, por otro lado, ayudan a acelerar o frenar el ritmo del poema. Los poemas cortos flotan dentro de la página blanca de la misma manera que una isla lo hace en un cuerpo de agua, y es el lector el que puede decidir atarlos o dejarlos libres. El poemario también puede ser leído como un poema largo dividido en secciones; es la invitación que nos dan el interlineado, la ausencia de puntuación y el que ningún poema esté provisto de título.

 

El poeta colombiano Darío Jaramillo habla de una voz que atraviesa y que sostiene la carencia. ¿Cómo surgió esa voz? ¿Sobrevive en el resto de tu obra? ¿Ha cambiado en algún sentido?

La voz de la carencia le pertenece a este libro, al menos por ahora. Un tema recurrente en mi escritura es la relación entre madres e hijas y entre mujeres en general. He escrito desde el punto de vista de la madre en varios textos y, aunque no creo que sea la misma voz de este libro, no dudo que se ha nutrido de los mismos alimentos. La voz sí ha cambiado a lo largo de mis proyectos: tras haber trabajado intensamente la figura de la hija en mi primer libro, Pájaro de cuero negro, esta voz ahora es madura en edad y experiencia. Incluso la manera en que mira su pasado, su propia infancia, es con sentimientos de culpa y resentimiento, de allí el verso que dice “por eso te di mi nombre / y lo congénito del defecto”. Imagino que echaré mano de esta voz en otros trabajos, en especial en nuevos proyectos de narrativa que estoy comenzando, pues construir un heterónimo es una inversión, una tarea de tiempo, precisión y distanciamiento.

 

¿En qué momento empezaste a trabajar con el heterónimo femenino? ¿Cuál fue la motivación para empezar a usar esta máscara, por decirlo de algún modo?

Desde el inicio de mi trabajo me sentí más cómodo con la voz femenina. En los primeros cuentos que escribí me era muy fácil el uso de la primera persona para un personaje femenino. Creo que de alguna manera me encontraba protegido dentro de otra voz alimentada por las influencias musicales y poéticas. Jorge Vessel es de por sí un seudónimo y creo que ese juego de máscaras, la creación de un heterónimo a la vez firmado por un seudónimo, más allá de ser un acto de timidez me resulta una herramienta para crear con libertad. No creo en las limitaciones que nos ponemos al expresarnos en un género u otro, la literatura es un espacio para transgredir las construcciones sociales y culturales, y por ende me gustaría ver más escritura que cruce los géneros sin caer en ejemplos triviales de apropiación. Creo que la clave está en ir más allá del simple entendimiento, de retarnos a sentir como la voz que estamos creando, y es en la verdadera perspicacia del material humano que yace la originalidad.

 

¿En qué otros proyectos estás trabajando? ¿Qué otros géneros te interesan y cómo te ha ayudado la poesía en tu escritura? ¿Cuál es la diferencia a la hora de escribir entre los diferentes géneros?

En este momento estoy desarrollando un nuevo libro de poemas, muy diferente a los dos anteriores. He dejado de un lado los heterónimos y estoy escribiendo desde mí, usando mi infancia como insumo para la creación. También estoy traduciendo poesía estadounidense al español; en el verano terminé la traducción de una antología de la poeta neoyorquina Marie Howe, y quiero traer al español el trabajo del gran Gregory Pardlo (ganador del premio Pulitzer en 2015). Además, tengo una serie de cuentos en los que he venido trabajando y que quisiera avanzar durante el 2020. El trabajo entre géneros me ha ayudado a desarrollar destrezas poderosas; por ejemplo, fue a través de la traducción del trabajo de Howe que alcancé un cambio muy necesario en la forma en que escribía poesía. Y a su vez, la poesía ha nutrido la capacidad de elevar el lenguaje y la creación de imágenes en mi narrativa.

Lea aquí: 7 poemas de “la carencia”, del venezolano Jorge Vessel