El pasado mes de agosto, luego de cinco años desde el lanzamiento de VIDA (2003), un álbum en el que interpreta sus canciones a dúo con otros artistas, Robi Draco Rosa, el cantautor puertorriqueño, anunció el lanzamiento de un nuevo álbum. La noticia entusiasmó a sus seguidores, quienes habíamos estado a la espera de Robi, entendiendo que se había retirado para recuperar fuerzas y poder enfrentar el cáncer.
El anunció del lanzamiento de ‘Monte Sagrado’, como ha decidido llamar a este álbum, coincidió con la noticia de que el cantante estaba libre de esta enfermedad. Desde el 2011, cuando fue diagnosticado con un cáncer de abdomen, y luego en 2013 cuando debido a un linfoma tuvo que someterse a un trasplante de médula, Robi ha estado luchando por seguir vivo, una lucha que se reflejó en sus canciones y en los que cambios que hizo en su rutina y hábitos. El nuevo álbum vio la luz en octubre, y las canciones que se han compartido, son pura descarga de vital.
Pero esto no pretende ser un texto noticioso. Busca, por el contrario, hallar una senda que conduzca hacia un descubrimiento de este nuevo lugar en el que se encuentra Draco en estos momentos. A Robi lo conocí cuando estaba en la universidad. Un compañero me compartió una de sus canciones: Cruzando puertas. Me pareció extraña, no lograba entender su letra y la música me dejaba un poco confundido. Sin embargo, lo cierto es que no pude dejar de pensar en ella. La seguí escuchando y cada vez me fui conectando más con lo que decía, con la forma en que construía cada frase. Me quedé con su música.
Cuando me enteré de la enfermedad de Robi, me pregunté qué pasaría ahora con su carrera. Pero ocurrió lo que ocurre con los artistas. La música le sirvió para hablar sobre algo que estaba muy presente en su día a día. Draco nos compartió su dolor, su angustia. Ya antes lo había hecho, sus álbumes pareciesen atravesar su carne, nacer de sus tripas.
Escuchando Vagabundo puedes entender su búsqueda en ese momento. Hay una canción en Live Version en YouTube, se llama ‘Quiero vivir’, y escucharla es sentir, por al alrededor de tres minutos, como él nos cuenta lo que es librar la lucha constante contra el cáncer. Por las entrevistas, uno lograr entender que temas como ese, que no están en ningún álbum, surgen así, en el estudio, producto de una mente y unas manos que no pueden dejar de hacer música, de leer, de explorar.
Quiero vivir como nunca he vivido
un minuto con dios
una copa de luz
tú y yo más allá
más allá del amor
pues ahí estaré
aunque el ayer ya murió
Otro amigo me compartió una canción que lo emocionaba mucho: Esto es vida. Mi amigo estaba enamorado, eso era evidente. Y la canción fue un descubrimiento poético. Pensé, y aún lo pienso, que Robi camina sobre las letras dando pasos largos, se desplaza por ellas y construye un camino amarillo, lleno de metáforas que sirven como lugares para descansar. He guardado esa canción por años, y la escucho como quien vuelve a sorprenderse con los colores de la tarde.
Para el Hay Festival 2016, Robi fue invitado a conversar sobre su historia, su música, y el libro que escribió junto a su nutricionista: El secreto de la vida a base de plantas. El Libro cuenta cómo un tratamiento alternativo lo ayudó en su proceso. En aquella ocasión, dos amigos se encontraron con él por las calles de Cartagena, me mandaron la foto para que me diera envidia. Sin embargo, yo había comprado boletas para ir a verlo. Pude escucharlo de cerca, ver lo delgado que estaba, imaginar cómo las ideas le iban llegando a la cabeza. Para entonces, por recomendación de un profesor, había visto una especie de documental que habían realizado para un concierto en Puerto Rico, apoyado por un banco de aquel país, en el que lo reunían con Juan Luis Guerra y Rubén Blades, llamado Encuentros. Ya sabía que Robi amaba la poesía, que había devorado a Rimbaud, Baudelaire y William Blake y que los había dejado hablar a través de sus letras. En Encuentros conocí un poco más de él. Decía, en el documental, que le gusta leer poesía en voz alta. Que su mamá escuchaba música clásica y su papá amaba la salsa.
A veces, lo veía en su Instagram, y Robi se veía feliz en su finca, viajando con su familia. Pero, la música no aparecía. Su nueva música no aparecía. Ahora que hay un nuevo álbum, me preguntaba cómo sería este nuevo Draco. Y la sorpresa llegó. Cuenta, en una entrevista para Radiónica, que el álbum surgió cuando menos lo esperaba. Se suponía que iba a grabar otro, pero sintió una energía en su cuerpo, una vitalidad que tenía tiempo sin sentir, y empezó a escribir y componer las canciones de Monte Sagrado.
Este nuevo álbum lleva un nombre que habla de un Draco que luego de todo este tiempo, ha encontrado la tranquilidad que necesitaba. Monte Sagrado parece ser un regreso a los orígenes, a un sonido que abruma pero que cuenta. Hay una canción en especial, 333, que suena fuerte, estridente, y que habla de esa vitalidad contenida, manteniendo las metáforas y las forma de escribir de Robi, con frases como: “aquí estoy, en la cama de la fiebre, viendo pasar mi infancia por el techo, y abrazado a mi nombre, por si acaso me pierdo”. La canción se llama 333, un número que habla de positividad y la buena suerte. El tres, que está relacionado con las vidas que buscan algo más profundo, un sentido. Y que, además, es el número que más se repite en la naturaleza. El número perfecto, dicen algunos. Y si se repite, la perfección es mayor. Este título habla de alguien que ha caminado por el sendero de la espiritualidad, y que está buscando, ahora, a seres espirituales altamente evolucionados.
Hay un disfrute en esa canción, en sus instrumentos, en su videoclip. Este último, basado en el universo creado por uno de sus hijos, Revel, y con la ayuda de los Hermanos Jiménez, que se nombran cirujanos visuales, se construye una historia que rinde homenaje a ficciones como Star Wars, película que según Robi, representó para él un gran impacto desde el primer momento que la vio. Un video lleno de símbolos, de surrealismo, ese movimiento artístico que tanto le gusta. Pero también habla de la pregunta por la identidad, por la posibilidad de ser varios en el mismo cuerpo, de no ser, de habitar y deshabitar el cuerpo, y habla de una de sus nuevas obsesiones: la inteligencia artificial. Este Draco Rosa que ha vuelto, es mucho más pausado, tiene muchas cosas claras, sabe que él hace música y que otros están para analizarla. Su pasión es el arte, los instrumentos, la poesía, la música. Robi ha vuelto, viene del hotel de los encuentros, con el equilibrio que obtuvo luego de andar entre lo maldito y lo sagrado.
El álbum, como él mismo ha dicho, está lleno de esa energía que no había sentido antes, y está siendo promocionado con la emoción de quien, ahora, se sabe libre de una enfermedad que lo había seguido por varios años. Hay otras canciones que parecen quedarse fascinadas en el sonido, en el juego con los instrumentos, y la voz aparece para desgarrar e ir tejiendo las formas liricas de Draco. Luego de escuchar y sentir este nuevo álbum queda la pregunta de ¿a qué dios le reza Robi? ¿de qué ángeles habla? Pero esa es solo algunas de tantas preguntas, pues ese camino que queda trazado es, justamente, un camino claroscuro que habla de haber sido extranjero en el propio cuerpo, de construirse entonces otro, uno que logre ser inmune. De lograr prolongarse como un ser que reconoce el origen y vuelve a él sin vacilar un paso.