En una ocasión una mujer me dijo: “Llévame a tu lugar favorito en el mundo”. Quizás ella imaginó que la llevaría a cuestas empinadas y hermosos parajes exóticos. Sin embargo, me salió relativamente fácil y barato, la llevé a una sala de cine. Mi relación con la lectura es clave, y el cine es otra forma de lectura más, acudir a cine, o decidirse a leer algo, para mí, desde niño, es una alternativa para que mis sueños no mueran de frío, como le dice Don Gregorio a Moncho, en la cinta “La lengua de las Mariposas” de José Luis Cuerda.

Cine colombia

Foto: William José Castro Toppin / Facebook

No podía pues, dejar de asomarme, aunque fuese por un momento, a la iniciativa de Cine Colombia de un día de cine gratuito. Vivo cerca de Caribe Plaza, así que me asomé varias veces por allá, y entré a una sola función. Observé y la mayoría de los asistentes no eran los que uno se encuentra regularmente en este lugar, había niños y jóvenes muy pobres, muy humildes, abarrotando la sala, podía intuirse que varios venían de zonas como La Quinta, La María, La Candelaria, San Francisco, entre otros. En contra de los comentarios prejuiciosos, yo, que estuve allí observando un ratico adentro, pero sobre todo afuera, NO hubo un comportamiento que pudiera tildarse de “desastroso y terrible” por parte de estas personas. En términos generales, ocurrió lo que suele ocurrir cuando hay mucha gente joven de cualquier estrato, lo que suele ocurrir cuando a un lugar va muuuuucha gente (empiezas a darte cuenta de que aquello que incomoda a la gente de estratos más acomodados, lo que nos incomoda a los que regularmente podemos ir a cine, o pasar por uno de estos centros comerciales, es que “nuestros” espacios empiecen a ser “invadidos” por personas que a nuestro juicio son “indeseables”.

Cine Colombia se preparó bien, pusieron una película por hora en cada sala y eso permitió manejar adecuadamente el flujo de gente, aunque muchos de los empleados lucían estresados, y en cada sala había uno o dos policías. Entré a la película de las tres de la tarde, una cinta de la firma Dago García, que se presentaba como comedia, con registro de la corrupción en el país. Yo ya la había visto, por tanto, sabía que podía generar dificultades en el público asistente, ya que estaba un “poquito” más arriba del estándar intelectual de una película de Dago. Creí que muchos niños y jóvenes se aburrirían y comenzarían a registrar una conducta inadecuada o reprochable. No hubo la “toteadera” de risa, pero la mayor parte de la audiencia estuvo enganchada. Me parece que desde que se encendió la pantalla hubo en efecto de fascinación, no sé, son cosas que uno aprende a observar. Me atrevo a afirmar que había en esa sala muchas personas que nunca en su vida habían ido a cine o que al menos no lo habían visto en esas condiciones -flotaba algo en el ambiente de lo que se dice se sintió con las primeras proyecciones de los hermanos Lumiere o con las obras de Méliès.

El cine sigue generando sin dudas una especie de hipnotismo-fascinación, y en estos públicos vírgenes se siente aún más. Hacia el final pasó algo bello, se terminó la historia y el público hizo aplauso cerrado, lo que no es muy común de ver en las funciones comerciales de cine, y puede ser medido como un gesto de “cultura”. Dice Eduardo Galeano, que en un mismo día recuperamos y perdemos la esperanza, así de complejas son las cosas, a mí ese aplauso me la devolvió un poco, aunque fuese para una película llamada “El país más feliz del mundo”.

Nunca había evacuado por las salidas de emergencia de Cine Colombia, la gente fue ordenada, siguió bien las instrucciones, tomé algunas fotos (lástima la cámara de mi celular y el servidor). Al ver a la gente marchar por estos túneles, dado el diseño estrecho de los mismos, la imagen me evocó claramente las escenas de archivo o fílmicas de cuando los judíos caminaban supuestamente hacia las cámaras de gas dentro del exterminio perpetrado por los nazis. Por fortuna acá se salía al punto donde empezaba una enorme fila en forma de largo torbellino que aguardaba por la próxima función gratuita.

El público que salió a ver cine para aprovechar el regalo de Cine Colombia, era en términos generales el de los excluidos de la ciudad, aquellos cuyas vidas se circunscriben a sus barriadas, ese público que, al menos en ciudades como Cartagena, determina quién gana las elecciones. Hubo muchos niños negros viendo cine hoy. Antes he escrito textos en los que he contado cuántas personas negras había en la sala de cine a la que asistí y siempre son pocas. ¿Qué balance hacemos de eso?

Hubo una vez un “idiota” que me preguntó por qué mis críticas de cine iban acompañadas de lo que pasaba en la sala, parece que no se ha dado cuenta de lo importante que es fijarse en cómo son los consumos culturales en una ciudad, para ver qué análisis sociopolíticos pueden resultar a partir de ello.

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