Lo que Maluma no cuenta en “Cuatro Babys” y, de hecho, en ninguna de sus canciones conocidas, es qué se esconde detrás de esa fachada de macho salvaje al que sólo lo motiva el instinto animal y la codicia; ya saben, esa persona pública de la que trata de convencernos en sus composiciones, cuya única aspiración en la vida, aparentemente, es tener mucho dinero y muchas mujeres.
Según lo que Maluma nos cuenta a través de sus letras acerca de su trabajo y sus relaciones de pareja, pareciera que en él no hay cabida para el miedo, la duda, la fragilidad, el fracaso, el estrés o la presión a que lo somete el, por lo demás, cruel negocio de la música, eminentemente capitalista y esclavizador.
Maluma se muestra en sus canciones y videos como un hombre infalible en todo aspecto y de tiempo completo. Una descripción que cuesta creer, puesto que encaja más con un superhéroe de ficción que con un ser humano de carne y hueso. En esa medida, podría intuirse que Maluma es, en realidad, un hombre como la mayoría, sometido a una educación machista que le obliga a andar por la vida desconectado de sus emociones, prefiriendo no enfrentarlas, manteniéndolas debajo de la alfombra.
¿Cómo podría Maluma aproximarse emocionalmente o desde un punto de vista distinto al del machismo, a las mujeres con las que mantiene relaciones sexuales y a las que se refiere en “Cuatro Babys”, cuando él mismo vive desconectado de sus propias emociones? Maluma se fija en estas mujeres como meros objetos porque él también es un objeto para sí mismo.
Maluma es un representante de la forma de ser a la que el machismo conduce, a veces inconscientemente, a la mayoría de los hombres. Una forma de ser según la cual deben, a toda costa, demostrarse públicamente como chicos malos, rudos e insensibles. Una forma de ser promovida y glamourizada por géneros musicales como el reggaetón, en el que todos pretenden ser el jefe, el presidente, el dueño, el boss, el pandillero mayor; aunque en realidad se trate de animalitos atrapados en la jaula de un negocio como el de la industria musical, que los exprimirá mientras sean rentables y que los arrojará al basurero del olvido en el momento en que dejen de ser relevantes comercialmente.
En “Cuatro Babys”, Maluma y sus compañeros de trap, demuestran que son el reflejo de lo que el machismo les exige, reflejo de una educación que los somete a la parafernalia de lo que significa ser macho en nuestra sociedad. Por cuenta de dicho sometimiento, Maluma no se atreve a contar en “Cuatro Babys” o en cualquiera de sus canciones, cuántas enfermedades de transmisión sexual ha contraído por tener tantas parejas con las que insistentemente practica sexo sin protección. Jamás cuenta las veces en las que el estrés del negocio al que se dedica le pasó cuenta de cobro con un episodio de disfunción eréctil que le impidió responderle a una de sus “cuatro Babys”. Jamás nos contará de la vez que en lugar de sexo, sólo quería un abrazo, un poco de ternura por parte de alguna de las que él llama sus “chimbitas”. Nunca se atreverá a manifestar que a veces solo necesita una persona que escuche la angustia que siente ante la soledad, la fama o la ansiedad que experimenta al no saber cuánto tiempo más contará con éxito comercial en su carrera. Y jamás nos contará los episodios antes mencionados, porque, como ya se dijo, Maluma está obligado a mantener la fachada de macho carente de emociones que le impone el machismo y el género musical al que se dedica.
Aunque Maluma no tenga el mejor registro vocal y mucho menos sea el compositor más recursivo, algo de sensibilidad artística debe tener, lo que en algún momento le generará el deseo de expresar algo más que las emociones asociadas al poder, al brío, a la ambición, de las que se jacta en temas como “Cuatro Babys”. Debe haber también fragilidad en su ser, carencias, anhelos que van más allá de poseer todo el dinero y todas las mujeres del mundo. Sin embargo, por cuenta del machismo, Maluma no puede permitirse la expresión de dicha fragilidad, sin que tema menoscabar o poner en tela de juicio su masculinidad. Una situación que en algún momento debe resultar asfixiante. Así sea muy de vez en cuando, Maluma debe escuchar una voz dentro de él pidiendo auxilio, una voz que está obligado a callar, porque él es el “pretty boy”, el que a todas se chinga.
Según Maluma, sus “Cuatro Babys” de sexo lo tienen bien, pero ¿será verdad que no necesita nada más? ¿Qué clase de ser humano sería si en verdad no lo necesitara? Tanto chingar por chingar también tiene su precio. Porque no somos solamente cuerpo, también tenemos un alma, o como le quieran llamar a esa parte del ser humano que no es la carne, con necesidades que van más allá de un orgasmo conseguido a través de una gimnasia carente de sentimientos. Eso está bien a veces, pero si es el único tipo de orgasmo al que puedes acceder, no tarda en sentirse un vacío.
Ahora, en “Cuatro Babys” también hay un asunto de credibilidad. Ese cuentico del tipo capaz de responder sexualmente a cuatro mujeres, varias veces al día, todos los días, más que del lado de la verdad, parece estar del lado del bocón inseguro que cree que alardeando y exagerando su record sexual se convierte en el héroe de los otros machitos con los que anda. En “Cuatro Babys” Maluma dice que él es el “dirty que las entretiene”, no obstante, en la canción, convenientemente, no hay lugar para la voz de las cuatro mujeres, que quizá tengan mucho que decir a la hora de describir cómo no siempre Maluma está al cien por ciento de su capacidad y las faenas decepcionantes a que eso ha conllevado.
Maluma, a través de canciones como “Cuatro Babys”, construye un personaje peligroso para él mismo. En algún momento querrá cantar acerca de algo más que las satisfacciones que procura el sexo y el dinero y no podrá hacerlo, a menos que se atreva a contradecir la idea de hombre infalible que de él tienen sus fans o se arriesgue comercialmente. Temerá, por supuesto, que canciones más sinceras no vendan tanto como para costear las gafas Cartier, el avión privado, el paseo en yate, la Master Card, los tenis de marca, la gorra de los Lakers, el reloj de Ulysses Nardin y toda esa parafernalia de la que habla en “Cuatro Babys”, y que hace parte del travestismo masculino del capitalismo.
Otro asunto que Maluma jamás se atreverá a reconocer en una de sus canciones es el valor erótico que tiene para los hombres machistas contar con la aprobación de otros hombres. Al final del video de “Cuatro Babys”, Maluma no termina en la cama con las cuatro mujeres, sino en una habitación junto a los cuatro varones con los que canta. Lo anterior podría revelar que, en últimas, todo ese alarde en torno a la capacidad sexual y para hacer dinero que se despliega en la letra de “Cuatro Babys”, es en realidad la forma en la que hombres como Maluma y sus colegas satisfacen la necesidad de placer, engendrada por la misma educación machista, que les produce contar con la aprobación de otros machos.