Ahora parece increíble, pero hubo un tiempo en que en Cartagena había más casas que edificios. Había tan pocos habitantes, que las casas de máximo dos plantas alcanzaban para todos. Incluso, aquí y allá, había grandes lotes de tierra despejada o llena de monte, donde no era necesario construir nada. La ciudad era tan segura que las puertas no tenían rejas, podías dejar hasta la bicicleta en la terraza o el andén, sin temor a que se la llevaran. Los domingos, la mayoría de la gente pasaba el día en casa, eran tan pocos los que salían, que las busetas costaban más para compensar la falta de pasajeros. Los almacenes cerraban los domingos a medio día y la ciudad era fresca casi todo el año. En las madrugadas y en algunas noches hasta hacía un poco de frío.

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El Carrusel / Foto cortesía Centro Comercial Getsemaní

Aquello fue ya hace más de veinte años. Hoy hay tanta gente viviendo en Cartagena, que pronto todas las casas de una planta se habrán convertido en edificios, cada vez más altos, para que quepan todos. La ciudad tuvo que crecer hacia arriba porque ya no había espacio, hasta el último lote ha sido urbanizado. La nueva Cartagena tuvo que crecer encima de la que ya estaba. Vino gente muchos lados, algunos escapando, otros persiguiendo, algunos con sueños por cumplir, otros con crímenes por cometer. La ciudad se ha vuelto tan insegura, que no hay ventana, puerta o terraza sin reja y candado. Hay mucho miedo, desconfianza, ambición y cada vez más pobreza. No obstante, cada año se abre un nuevo centro comercial al que muchos van para olvidar los problemas, comprando, comiendo chatarra o simplemente mirando. Los centros comerciales y los trancones se adueñaron de los domingos de la ciudad.

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Las motos / Foto cortesía Centro Comercial Getsemaní

De la época en la que todo era un poco más simple, de esa Cartagena de 1990, recuerdo un lugar con especial estima. Un lugar cuyas luces y juegos se me vienen a la mente como una ciudad de hierro que nunca se iba y a la que anhelaba que mis padres me llevaran cada fin de semana. No siempre se podía, pero cuando era posible, qué feliz era en el Centro Comercial Getsemaní. Por aquella época, el único centro comercial de la ciudad. Aún no existían Los Ejecutivos, ni el de La Olímpica ni el de El Ley. Aún faltaba más de un par de años para que construyeran La Castellana. Ninguna de esas grandes moles o las más recientes construidas en Bocagrande, tuvieron o tendrán nunca la magia que tenía el Centro Comercial Getsemaní. Sus atracciones mecánicas no tenían par en la ciudad. Qué alegría era pasar la tarde saltando hasta el cansancio en el brinca brinca, dando vueltas en el carrusel de los caballos o en el gusanito, navegando en la piscina de las lanchas, subiendo y bajando a bordo de una de las canastas de la ola marina, mareándose con el olor a quemado y los tropezones de los carros chocones.

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La Ola Marina / Foto cortesía Centro Comercial Getsemaní

Porque a eso iba uno al Centro Comercial Getsemaní, a ser feliz por una tarde a bordo de alguna de sus atracciones mecánicas, deslumbrado con las luces de esa ciudad de hierro que nunca se iba. Una ciudad de hierro que no era como las que se ponían en Chambacú, que llegaban a la ciudad apenas por unas semanas una vez al año. Las atracciones del Centro Comercial Getsemaní eran un parque de diversiones permanente dentro de aquel edificio, que al mismo tiempo era una versión a escala del Centro de Cartagena. Los pasillos simulaban las estrechas calles del casco histórico y hasta llevaban sus nombres, calle de La Factoría, El Tablón, El Candilejo. Los locales comerciales, más que negocios, eran un vecindario en el que todas las caras eran familiares, establecimientos con los que quizá nadie quería hacerse rico, con que dieran para el diario vivir era suficiente.

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El brinca brinca / Foto cortesía Centro Comercial Getsemaní

Aquellas ventas de ropa, comida y otros productos, eran más bien el pasatiempo de sus propietarios, que igual que vecinos de barrio, tenían un local allí por tener una excusa para estar cerca de sus amigos. No era necesario un supermercado de gran superficie que quisiera cada año aumentar sus ganancias de manera exponencial, aumentando los precios e inventando promociones engañosas. En aquel lugar, los locales comerciales aún pertenecían a cartageneros, era la época en la que los cartageneros aún podían ser dueños de algo en el Centro. Y como si la magia de las atracciones mecánicas no fuera suficiente, el Centro Comercial Getsemaní tenía una pequeña escalera que conducía a los cines Bucanero, Cartagena y Calamari, una escalera que tenía el aura de un pasadizo secreto.

Hoy en día el Centro Comercial Getsemaní sigue allí, pero no es lo mismo. De repente, hacia finales del siglo pasado, desaparecieron las atracciones mecánicas. La ciudad de hierro se fue para siempre. Los espacios donde antes estuvieron aquellos juegos hoy son simples terrazas o se convirtieron en parqueaderos. La mayoría de locales comerciales son ahora expendios o talleres de computadores e impresoras. También hay muchas peluquerías, panaderías, marqueterías y algunas litografías. Los pasillos siguen siendo tan estrechos como antes, pero ya casi no se distinguen los letreros que indican sus nombres. Quizá las nuevas generaciones ni se percatan de que en algún momento aquellos pasillos fueron una réplica de las calles del centro amurallado.

El centro comercial sigue siendo un pasaje muy transitado, pero se respira cierta tristeza, una que tal vez no perciban quienes no vivieron las viejas épocas de este lugar. Quienes sí vivieron aquel esplendor, saben que hace falta algo, que hay algo en el color de las paredes, en los espacios vacíos, en las tablillas sin letras, que indica que alguna vez allí se vivieron tardes mágicas de luces, risas y juegos infantiles. Una nostalgia que se pasea por entre los estrechos pasillos, señalando que alguna vez el Centro Comercial Getsemaní fue el lugar más feliz de Cartagena.

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En Cabeza de Gato nos gustaría ver más imágenes de los 80´s y los 90´s del Centro Comercial Getsemaní. Si tienes alguna, compártela en nuestro muro de Facebook o tuitéanosla a @cbzdegato con el HT #CCGetsemaní. Acompaña la foto con un pequeño texto de lo que recuerdes de aquella época. Las mejores imágenes harán parte de una galería que publicaremos como segunda parte de este artículo.

Por lo pronto, acá les dejamos imágenes de cómo luce hoy en día el Centro Comercial Getsemaní, con la ausencia que dejaron las atracciones mecánicas.

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Segundo piso. A la derecha quedaba la entrada al Gusanito.

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Aquí quedaba la piscina de las lanchitas.

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Sigue habiendo color en el Centro Comercial Getsemaní

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Pasillo del Centro Comercial

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Aquí quedaba la Ola Marina

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Letreros con los nombres de cada pasillo

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Por los pasillos se pasea la nostalgia

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Calle del Tablón

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Calle del Tablón y el Candilejo

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Calle de la Factoría

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Marqueterías

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Aquí quedaba el carrusel de los caballitos

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Aquí quedaba el brinca brinca

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Terraza donde quedaba el Carrusel y el brinca brinca

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Aquí quedaba el gusanito. Permanece el letrero que pedía tener cuidado con los niños.