La escritora Laura Alejandra Ruiz comparte esta carta que dirige a Esteban, el hijo de Manuela, protagonistas de Todo sobre mi madre, la cinta  de Pedro Almodóvar .

Todo sobre mi padre Esteban 1

Bogotá, D.C. 28 de diciembre del 2014

Un saludo desde lejos

Querido Esteban:

Quien quiera que seas siempre he confiado en la bondad de los desconocidos.

Tú no me conoces pero a mí me has donado el alma, ¿recuerdas que tu madre te llevó a una de las dramatizaciones que hacía en el hospital? Pues bueno, apenas  moriste tus órganos se desintegraron por el mundo y a mí me tocó un pedazo de ti también, ya sabes cómo son esas cosas del cuerpo, tarde o temprano terminamos descuartizados de alguna manera.

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Te escribo porque quería que supieras que el alma no me bastó para ser tú, pero que mucho de ti sí cargo adentro.  Los quince minutos que te regaló Almodóvar bastaron para darme cuenta que eras tú el donante, no pueden existir tantas coincidencias, tenía que haber una razón, menos mal que Manuela fue tan generosa.

Antes de que yo naciera era un bebé asexuado, por eso todo lo que me regalaban era de colores neutros (verde, blanco, amarillo), era porque tenía que ser un niño y llamarme Esteban, pero resulta que cuando nací era yo: Laura, y la verdad creo que aún sigo confundida. Te llevo por dentro y por fuera soy yo; nada tiene que ver todo este cuento con una trillada confesión homosexual, no me gustan las mujeres, pero creo que a ti tampoco, no hubo tiempo para eso, lo tuyo era escribir y debías asumir todas las consecuencias, como lo dijo Capote en la voz de Manuela: “empecé a escribir cuando tenía ocho años, entonces no sabía que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo, cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo y el látigo es únicamente para auto flagelarse” . Ese amo decide que tú eres un esclavo de las emociones y la sensibilidad, es como si el mundo nos atormentara y nos rozara la piel herida con todas sus texturas, una mirada aguda con las más dolorosas imágenes del mundo. Como si pudiéramos verle los huesos a todo, por eso poco nos queda de lo que otros llaman la vida real.

Siempre he pensado que no se pueden jugar dos juegos diferentes al mismo tiempo, por más que lo desees, solo puedes estar en uno; a nosotros nos escogió un juego y si rompemos las reglas perdemos,  como te pasó a ti: perdiste la vida y los órganos. Tu alma no, porque no la he dejado perder, está conmigo para seguir persiguiendo buenos actores y escritores para que firmen nuestras libretas y libros, mira que mala maña me has dejado, aunque  no es solo esa, también tengo un terrible despiste para cruzar la calle, se me olvida que no somos todos los que vivimos en “nuestro mundo”. Se me olvida también que voy caminando y parezco padecer de un cruel autismo porque a veces olvido que hay gente a mi lado, por eso, cuando dices que los niños que vivimos siempre con nuestra madre cogemos una cara seria, como de intelectual o escritor, entiendo a qué tipo de mirada te refieres, como de ausencia con dolor e incertidumbre.

Hace poco leía una entrevista de una cantante de rock en español que hay en Colombia, mi país y dice: en mi época era chévere ser raro, ahora todos quieren  ser raros, y estoy de acuerdo, por eso  cuando te vi a ti, sentí una enorme satisfacción, eras un joven de 17 años, bien peinado y bien vestido, sin excentricidades, me gusta porque ni tú ni yo estamos para eso.

Lo que más me gusta de ti es la razón por la que inicias a escribir, mantener viva para siempre la historia de tu madre. Bueno, también te interesaba un concurso como a Capote, él se ganó un concurso a muy corta edad y así empezó su maravillosa carrera como escritor. Pero me refiero a que si escogiste a tu mamá es porque sabes que ella tiene un valor irremplazable, porque siempre en nuestras vidas hay de esas personas, tú lo sabes, nuestro carácter solo lo aguantarían quienes  nos aman mucho, aquellos que han convivido con nosotros lo suficiente como para entender nuestro malestar en la vida y con la vida. Mi abuelita era así también, tenía miedo de que me ahogara entre tanta nostalgia y sensibilidad, pero ella era lo más parecido al hielo, frágil, transparente, aparentemente fría y sólida, y al igual que tú, supe que merecía ser la protagonista de mis libretas, solo que a ti te da por morirte, por andar de despistado.

Cuando  mamá Aydee (mi abuelita) murió pensé como muchos que debí haber sido yo. Creo profundamente que ella le hace falta a más gente que yo, porque a diferencia de nosotros, a ellas, las madres, las necesita más gente, hasta quienes no son sus hijos, porque ellas si conocen todo de la vida real. Nosotros no, no somos capaces de ayudar a nadie, no porque no queramos, es que se nos va mucho tiempo tratando de codificar todo lo que percibimos; tengo la impresión de que incluso de alguna extraña manera apreciamos el padecer de los otros, eso nos aviva emociones y enriquece nuestro mundo ajeno.

¿Sabes una cosa Esteban?, cuando te vi morir entendí que fue mejor que muriera ella, porque cuando Manuela grita desconsolada en la calle viéndote desaparecer, pensé en todo el dolor que le habría generado a mi abuelita  y a todas esas otras personas que aprecian mi existencia. La imaginé arrodillada a mi costado gritando mi nombre, como si la fuerza de su voz pudiese contenerme y me  dolió mucho, preferí haber sido yo quien estuvo a su costado. A nosotros como lo dice Capote: Dios nos dio un látigo, pero a mí me gusta ese dolor, porque cada latigazo me hace sentirla, lo hago y he aprendido a disfrutarlo como alguna vez disfrute su compañía. Finalmente, nuestra vida depende más de la sensibilidad, dejar de escribir sería como dejar de sentir, tomar esa decisión es lo mismo que decidir que me hagan un coma inducido, y todavía no estoy lista para donar nada.

Sé que no te va  a gustar recibir esta carta, dirás que te he quitado tiempo de lecturas más importantes, es que Juan de Dios me lo ha pedido, y ya sabes que no tengo muchos amigos. Si te queda tiempo y quieres conversar, nos vemos a las cinco en el cabaret para intelectuales.

Gracias por leerme, saludos de la Agrado y de Huma, dice que ya le entregó la foto a tu mamá, que al final Lola se la dejó antes de morir. Ah, por cierto, ¡ya firmó la libreta!

SINCERAMENTE,

LAURA.

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