El proceso de paz entre el Gobierno y las FARC en Colombia terminó convertido en una contienda para sus habitantes. La posibilidad de dar por terminado el conflicto armado que ha aquejado al país por más de 50 años y que ha generado hechos victimizantes que superan los 9,5 millones, ha polarizado a la población. La discusión en torno a si debe votarse Sí o No, ha servido para enemistar, argumentar con mentiras, incitar a la intolerancia, ridiculizar las opiniones.

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Pacto Social por la Paz

Pacto Social por la Paz

¿Qué pasará entonces el domingo cuando nos enteremos de los resultados de las votaciones? ¿Qué pasará entre quienes se insultaron defendiendo una posición, los que se bloquearon en redes sociales, los que respondieron con rabia en un grupo de Whatsapp cuando les contradijeron, los que dejaron de hablarle al vecino? ¿Cuál será el estado de ánimo de quienes hayan defendido la decisión que no salga favorecida? ¿Se sentirán derrotados? ¿Sentirán que hacen parte del “bando” cuyas razones no fueron tenidas en cuenta?

Digo se sentirán porque pese a que se ha manejado como tal, este proceso en el que buscamos hacer la paz en el país en ningún momento es una competencia para determinar quién tiene la razón. En ningún momento es esta una cuestión de egos individuales. Esta es una cuestión en la que nos la jugamos el futuro del país, nuestra seguridad y muchos otros valores que trascienden la mera contienda entre subjetividades. Este último es un mensaje sobre todo para quienes han optado por argumentar su posición de manera airada, con rabia, descalificando y ofendido a quien piensa distinto.

Si gana el Sí, los beneficios que esta nueva etapa de posconflicto y de construcción de una paz estable y duradera traiga, serán para todo el país, no solamente para quienes voten por el Sí. Sin embargo, es probable que las personas que voten por el No queden con un sinsabor que siga impidiéndoles ver lo bueno que pueda traer la implementación de los acuerdos de paz, incluso cuando sus beneficios para el país empiecen a ser evidentes, debido a que su contradicción fue derrotada en las urnas.

Si gana el Sí este domingo, no habrá derrotados, eso deben tenerlo claro incluso quienes voten por el Sí. A ellos se les encomienda la responsabilidad de asumir su decisión, de ser la mayoritaria y favorecida por este mecanismo democrático, como una victoria, más que personal, para el país entero, incluidos los del No. Los partidarios del Sí, en caso de que esta sea la decisión mayoritaria, deben propiciar un ambiente laboral, estudiantil, en el vecindario, en las redes sociales, en el que permitan a las personas que hayan votado por el No sentir que las ganancias y los beneficios que vengan en adelante son para todos.

Los partidarios del Sí están llenos de esperanza y confían en que una paz imperfecta será siempre mejor que una guerra perfecta. Muchas de las víctimas directas del conflicto han aceptado el perdón ofrecido por las FARC, manifestando que lo aceptan, que les libera y que si bien quienes perdieron a seres queridos en este conflicto no podrán recuperarlos, les tranquiliza saber que nadie más en este país volverá a perder a un ser querido por cuenta de la guerra. Los partidarios del No sostienen, entre otros, que no conciben una incorporación de los miembros de las FARC a la vida política sin que antes sean sometidos a condenas equivalentes a la violencia que desplegaron durante años.

Al final, en este momento decisivo para el país el SÍ o el NO están mediados por la capacidad de cada persona de someter su sentido de justicia a un balance en el que valoren que un alzado en armas en contra del Estado no es un delincuente común y que como tal el Derecho Penal no les somete al mismo tratamiento. Además, valorar que el fondo del asunto es ideológico y que siempre será mejor que las ideas se discutan y se promuevan en el escenario de las instituciones políticas y en democracia y no en el monte a punta de bala.

Una vez conozcamos los resultados del plebiscito el domingo, es importante que descontinuemos la ridiculización de quien piensa distinto, la confrontación de egos y subjetividades. Es importante que insistamos en lo que cada uno cree, sí, pero sin perder de vista que el ambiente que más conviene al país en un terrero de construcción de paz es que refinemos nuestra capacidad de diálogo.

Tomada la decisión el domingo, no puede haber lugar para el resentimiento. Por supuesto, si gana el Sí, quienes voten por el No pueden convertirse en veedores del cumplimiento de los acuerdos y hacer las recomendaciones que consideren necesarias para su óptima implementación, pero dejando atrás su desacuerdo con lo pactado, pues el momento de decidir ya habrá pasado y lo que queda es enfrentar la nueva situación de posconflicto que iniciamos. Solo así lograremos, poco a poco, juntarnos en el objetivo que, debajo de todos los argumentos en pro o en contra del proceso, compartimos todos los colombianos, el deseo de vivir en un país en paz.