El humor es el recurso colombiano para lidiar con la adversidad y es lo que de alguna manera ha ayudado al país a resistir tanta barbarie. Al sacarle chiste hasta a la más lamentable tragedia, se busca minimizar sus efectos.
Colombia no ha vivido un solo instante por fuera del caos de la violencia y la corrupción. Aquí se roba, se mata, se viola, todos los días, a toda hora, pero a los dos minutos ya hay un chascarrillo para suavizar la situación y de paso olvidarla.
Actualmente, esos chistes que antes nacían de los diálogos en las esquinas o en los parques, fueron reemplazados por los memes que surgen a cada segundo en la plaza pública de internet. De repente, los memes se convirtieron en la respuesta que las redes sociales tienen para todo, desde lo más grave hasta lo más superficial. Por supuesto, la salida del nuevo billete de 100 mil pesos, no podía escapar de estas capsulillas cómicas.
No está mal reírse de la realidad, pero solo si sirve para hacerle frente con mejor ánimo. En cambio, si al humor se recurre para trivializar y evadir las realidades crueles, es decir, reírse de ellas para fingir que no existen, lo que se logra es tener una excusa para eximirse de la obligación de generar un cambio.
No es necesario entender mucho de economía para sospechar que la puesta en circulación de este billete no es buena noticia. Contar de repente con un billete de denominación tan alta no puede ser símbolo de que la economía del país marche bien. Si su expedición responde a una estrategia para que la economía se mueva, podría sospecharse que los beneficiados y los perjudicados serán los mismos de siempre.
El Gerente del Banco de la República manifestó que la decisión se adoptó tras un detallado análisis del mercado para determinar las denominaciones de billetes que se requieren, en función del ingreso per cápita y el monto del salario mínimo. Agregó que a medida que crecen estas variables, aumenta el valor de las transacciones y el uso de los billetes de mayor denominación.
La anterior explicación parece dada para un país distinto del nuestro. ¿Cuál aumento del ingreso per cápita?, ¿cuál aumento del salario mínimo?, ¿cuáles son esas grandes transacciones en las que incurre la mayor parte de la población colombiana como para necesitar ese billete? ¿No somos acaso un país con altos índices de desempleo, informalidad laboral y donde más de la mitad de los ciudadanos ocupados tienen ingresos mensuales por debajo del mínimo?
Aunado a lo anterior, la imagen del ex presidente Carlos Lleras Restrepo en el enorme papel moneda, tampoco es que ayude mucho a sentirse cómodos con su existencia. Si bien Lleras es recordado con gran estima por un sector del país, también es cierto que su nombre está ligado a pasajes no muy gratos de nuestra historia política, como el Frente Nacional o la manera en la que afrontó el fraude a las elecciones de 1970.
Hoy el billete es una realidad y en lugar de analizarla para entender bien de qué manera afecta la economía, fue aceptado con resignación y humor, tal como se asumen todas las calamidades en este país. El billete de 100 mil no ha dado más que para un montón de chistes sin gracia, que sirven como excusa para evadir una realidad que se sospecha pero por la cual se prefiere no amargarse.
¿Cuál es el verdadero propósito de la expedición de este nuevo billete? No se conoce a ciencia cierta y no va a descubrirse haciendo memes al respecto. Quizá si se le bajara un poco a esa costumbre de sacarle chiste a todo y Colombia se tomara en serio lo que le pasa, podría darse una revolución ciudadana que de verdad generara cambios generales positivos.