En llamas, así querían ver a Gina Parody algunos congresistas y asistentes al debate de control político que se llevó a cabo ayer en el congreso en contra de la Ministra de Educación. Ayer por la tarde, no se sabía si aquello era una sesión del congreso o de la “Santa Inquisición”. No se sabía a ciencia cierta si a la ministra Parody se le citaba para que respondiera por sus decisiones administrativas, revisar manuales de convivencia para lograr que los colegios del país sean espacios libres de discriminación, o si se le había citado para que respondiera por cuestiones personales, es decir, para castigarla públicamente por atreverse a desafiar la hipocresía social al declararse orgullosamente gay.

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Gina Parody 1

Gina Parody estuvo “on fire”

Ayer no se sabía si en Colombia estábamos en el siglo XXI o en la Edad Media. No se sabía si en el Congreso de la República, los acusadores de Parody eran jueces políticos o jueces religiosos. Quienes la citaron querían verla en llamas, querían verla arder, como a una bruja. Del lado de quienes querían encender el fuego, estaba el senador Jimmy Chamorro, quien manifestó que “hay razones para pensar que este mandato está siendo aprovechado por el Ministerio de Educación para implantar un modelo educativo que no es compartido por muchos colombianos y colombianas”. Agregó que implementar la “ideología de género” llevaría a eliminar las bases de formación personal y familiar. Por su parte, la senadora del Centro Democrático María del Rosario Guerra, indicó que la confusión generada por la “ideología de género” “promueve la promiscuidad en los jóvenes”.

 Parody, en lugar de dejarse consumir por las llamas que esta inquisición política pretendía encender a su alrededor, hizo que sus acusadores ardieran de la rabia al no poder descreditarla. Ante los argumentos de sus detractores, en los que claramente se advierte un desconocimiento de las teorías de identidad sexual y género y, además, una animadversión contra todo lo que tenga que ver con diversidad sexual, Gina brilló por su intelecto y contundencia a la hora de argumentar su defensa. Parody dio un ejemplo de dignidad, tanto para la comunidad LGBTI como para heterosexuales, demostrando que ante el odio y la manipulación se debe responder con verdades y sin permitir que alguien más te obligue a sentir vergüenza de lo que eres.

Gina dejó claro que quienes la atacan confunden conceptos claves como “ideología de género” con “identidad de género”, y que a este último es al que hace alusión la Corte, cuyo fallo ella pretende cumplir. Aprovechando la presencia de la madre de Sergio Urrego, Alba Reyes, Parody expresó: “¿Cuántos Sergios Urregos más necesita ver morir Colombia para acabar con la discriminación sexual?”

Parody reveló que durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez se imprimieron y repartieron cartillas sobre educación sexual idénticos a los de este gobierno, pero en contra de aquel no se promovieron marchas ni se llevó a cabo un escrutinio similar. Señaló que “por el hecho de ser lesbiana fui acusada de todo, de lo divino y lo humano, por tratar de cumplir el fallo de la Corte”. También aclaró que con base en una cartilla pornográfica publicada por un portal llamado Costa Noticias, vinculado al Centro Democrático y la campaña del “No” al plebiscito, se adelantó una cruzada de manipulación de la opinión pública que desencadenó en las marchas del 10 de agosto.

Parody ardió, sí, pero no a la manera en la que deseaban sus acusadores. Parody estuvo “on fire”, como dicen los gringos para describir a una persona que brilla por su talante y su talento. Con el debate de ayer se pretendía descalificarla personal y profesionalmente, con base en argumentos que dejan entrever intereses particulares y prejuicios de sus acusadores. Pero ella supo demostrar que las comunidades educativas han sido engañadas por políticos inescrupulosos, que buscan capitalizar las marchas con propósitos que nada tienen que ver con preocupación por el bienestar de los niños y la integridad de la familia. Parody demostró que bastante implicación tiene su orientación sexual con el tratamiento que se ha dado a sus decisiones administrativas y que se le quiere usar como carnada para movilizar a la opinión pública en contra del proceso de paz.