Llegas a la casa y de repente tu pareja advierte cierta coloración en tu cuello, que no fue ocasionada por ella. ¿Tú qué haces?, ¿qué dices? Quizá alguna de estas excusas te sirva para zafarte de semejante predicamento.
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Uno/ No me lo vas a creer, mi amor, me picó un cien pies…
Dos/ Te lo juro, Drácula existe, ¡yo lo vi!
Tres/ Fue culpa de la enfermera estúpida que me tomó una muestra de sangre ahí…
Cuatro/ Es un lunar familiar que nos aparece cuando hay luna llena, pero es un tema tabú en mi familia.
Cinco/ Es un tatuaje temporal de arte abstracto, ¿te gusta?
Seis/ Para evitarnos peleas como ésta, no volveré a jugar paint-ball.
Siete/ Esta hijuemadre camiseta destiñe, no me la pongo más.
Ocho/ Acompáñame a comprar una pastilla para la mala circulación, mira lo que me pasó.
Nueve/ Es que tenía la corbata demasiado apretada de ese lado
Diez/ Tienes que ir al optómetra, mi vida, porque yo no veo nada.
Once/ Es que fui a la playa y justo ahí no me unté bloqueador solar.
Doce/ Qué vaina, siempre que como remolacha me sale eso, ¿será alergia?
Trece/ Me robaron la cadena, ¿cómo que qué cadena? Se te tiene en cuenta lo pendiente que estás de mí y de mis cosas.
Catorce/ ¿Viste la película estigma? Sí, qué bien, eso hará que entiendas más fácilmente lo que me ocurre…
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