Ayer fue el estreno mundial de la tan anticipada cinta Suicide Squad. Más de un año llevaba la Warner promocionándola, con un sinnúmero de tráileres, con adelantos de lo que sería la interpretación de Jared Letto del Joker y, en fin, generando cierta ansiedad en el público. El objetivo, por supuesto, era atraer a la mayor cantidad de audiencia el día del estreno.
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Luego de tanta anticipación, la película ha sido objeto de críticas mayormente negativas. Se ha dicho que parece la suma de un montón de partes, con tonos que van del drama a la comedia, que al final resultan en una trama a ratos contradictoria y a ratos incoherente.
Pero, ¿cómo es que una película que lo tiene todo para ser un éxito comercial y artístico, resulta siendo un fracaso a nivel de crítica para su director y productora?
Para responder a lo anterior, empecemos por el principio. Este tipo de película debe sortear con un primer reto: Lograr que unos personajes de caricatura, creados en el siglo XX, resulten creíbles, complejos y atractivos en el siglo XXI. La dificultad radica en que tanto los superhéroes como sus archienemigos, son personajes fundamentalmente unidimensionales, es decir, los unos son extremadamente bondadosos y los otros son extremadamente malvados y sobre esta dicotomía se basa su dinámica. Desde que Tim Burton tomó por su cuenta a Batman, la intención de los directores que han asumido la tarea de llevar al cine a algún superhéroe de historieta, ha sido llenarlo de matices, humanizarlos. Sin embargo, a excepción de Tim Burton y Christopher Nolan, ese reto ha sido muy poco superado.
En el caso de Suicide Squad, además de humanizar a las caricaturas, el otro desafío era romper la dinámica de buenos contra malos y proponer una nueva en la que veríamos a los villanos en una situación contraria a la de sus propósitos predeterminados. En este punto, la dificultad aumentaba, ya que los superhéroes, sobre todo los de DC comics, nacieron como una representación pop de un mundo políticamente polarizado, es decir, el planeta Tierra de antes y después de la Guerra Fría. Estados Unidos y sus aliados eran los buenos, dueños de la verdad y guardianes de la paz y el resto los malos. Los superhéroes se encargaban de acabar o apresar a cualquier enemigo terrestre o no que intentara apoderarse del mundo, es decir, que amenazara con arrebatar el liderazgo de los EE.UU., o del capitalismo. Tanto era así, que Superman o Capitán América portan los colores de la bandera de USA en sus disfraces. En la actualidad el tema de buenos contra malos no es tan fácil de plantear, máxime cuando hoy en día el capitalismo no goza de la mejor reputación.
Particularmente el Escuadrón Suicida intenta darle un giro a la eterna trama del héroe contra el villano y se centra en la figura de los malos. Una misión válida, ambiciosa e interesante. Sin embargo, el director, David Ayer, tenía que superar el gran reto de sacar a los villanos de su unidimensionalidad de maldad, humanizarlos y, además, plantear un discurso en el que los agentes del gobierno demostraran que son tanto o más crueles que los villanos. Con la dificultad de que tenía máximo dos horas para presentar a una pandilla de villanos, su pasado, motivaciones y conflictos personales, al tiempo que debía avanzar en una historia que fuera emocionante y que concluyera de manera tal, que complaciera tanto a los amantes de la acción pura, como a quienes esperan de este tipo de cintas, aparte de explosiones, coherencia y sustancia sicológica.
El director de Suicide Squad, al juzgar por muchas escenas muy bien logradas, tenía toda la intención de superar los retos antes mencionados. Visualmente y en algunos momentos dramáticos, es claro que el propósito del director era concretar un discurso complejo y que al centrarse en los “malos”, ésta no fuera la típica película de comics llevada al cine. Se nota que David Ayer pretendía salirse del cliché de la película de acción, cuya razón de ser, como dijo el gran David Foster Wallace, al referirse a Terminator 2, son las secuencias de acción y en las que el resto de las escenas son un vacío carente de originalidad. Se nota que David Ayer apuntaba a una cinta compleja en la que cada tópico fuera puesto de cabeza. En Suicide Squad, los villanos se mostrarían como héroes de sus propias historias, capaces de superar sus taras y los agentes del gobierno mostrarían su alto y descarado nivel de corrupción.
Sin embargo, David Ayer tenía una dificultad más grande en su contra. Por más calidad artística que quisiera lograr, estaba en la obligación de no fracasar comercialmente. Tenía a los ejecutivos de Warner respirándole en la nuca, diciéndole, pilas con otro fracaso como el que tuvimos hace unos meses con Batman vs. Superman. Mucho se ha reportado que la culpa de la dualidad tonal y de la contradicción dramática de Suicide Squad obedece a que hubo un conflicto entre el director y la productora. David quería un tono oscuro y profundo y Warner, luego del fracaso de crítica y taquilla que fue Batman vs. Superman, querían una película más bien ligera y divertida. Entonces se hicieron dos ediciones distintas, cada una respondiendo al tono deseado. No obstante, luego de la exhibición de las versiones con audiencias de prueba, ninguna logró cuajar. Se dice que entonces optaron por un punto medio, que es el que hemos visto ahora, y que inevitablemente ha dejado a los críticos pensando que la película carece de coherencia.
Suicide Squad, como hemos dicho, tenía todo para marcar un antes y un después en la historia de los comics llevados al cine. Tenía un Joker que habría podido ser memorable, pero que debido a la edición, resultó siendo un extra. Tenía una excelente malvada interpretada por Viola Davis. Contaba con un puñado de villanos carismáticos, humanizables y divertidos, pero se quedaron a medio camino en el desarrollo de sus tramas y sicologías. Proponía una historia compleja y atractiva, pero para evitar un fracaso comercial, la productora le dio a la película un tono de tráiler, con chascarrillos de comedia ligera, lo que impidiera que la historia lograra la contundencia dramática que perseguía el director.
Ya lo había dicho el gran David Foster Wallace, el éxito comercial de una película de acción, cuya razón de ser son las secuencias de espectaculares efectos especiales, se basa en que la trama sea de lo más genérica. En su momento, Foster Wallace cita como ejemplo a Terminator 2, que presenta a un héroe que debe proteger a una criatura inocente en peligro, lo que según él es la forma más genérica de heroísmo, lo que garantiza ganarse el corazón de los espectadores. Se nota que David Ayer quería demostrar que era posible lograr un equilibrio entre secuencias de efectos especiales y una trama compleja, a la altura de lo logrado por Tim Burton y Christopher Nolan en Batman. Sin embargo, tuvo que enfrentarse a un reto mayor que ese, una productora dispuesta a sacrificar toda la calidad artística, con miras a lograr como fuera un éxito comercial, que al parecer, tampoco tendrá con este Escuadrón Suicida.
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