Bojack Horseman es quizá una de las series cuya trama y características son más difíciles de describir sin que parezca absurdo.

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Empecemos diciendo que es una comedia de dibujos animados, que lejos de apuntar a una audiencia infantil, se centra en analizar las complejidades de la condición humana. Todo lo anterior, en un mundo donde los humanos conviven, trabajan y se emparejan con animales antropomórficos. Bojack es un actor resentido que nunca superó su éxito como estrella televisiva. Su exnovia y agente es una gata rosa, su editor, un pingüino, y su rival, un perro.

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La tercera temporada de Bojack Horseman estrena este 22 de julio en Netflix

Ahora, en una descripción que suene menos extraña, podemos decir que Bojack es una serie acerca de un caballo amargado y alcohólico, ex estrella de una exitosa serie de televisión de los 90, que pasa los días quejándose de su vida, pese a que es millonario y vive en una enorme mansión. Digamos también que es un retrato carismático, profundo y a ratos devastador, de esa montaña rusa emocional que constituye la aventura de ser humano; siendo entonces la mayor cualidad de esta serie, lograr que en el escenario de un mundo de caricatura, el espectador se sienta plenamente identificado con los conflictos que narra.

Bojack nos lleva por un extraño y triste viaje a través de los sinsabores de la adultez y la fama, mezclado con algunos de los más brillantes y ácidos comentarios acerca de la sociedad. El programa es tremendamente gracioso, aunque muchas veces de una manera amarga, con bromas que pueden hacerte reír a carcajadas y al mismo tiempo darte ganas de llorar.

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La serie es, en esencia, un discurso acerca de lo difícil que puede ser alcanzar la felicidad. Quizá el hecho de que BoJack sea un hombre/caballo y que viva en un mundo que parodia el nuestro, sirve como armadura para que podamos recibir, sin caer noqueados, los golpes emocionales que nos propina con sus retratos acerca de la adultez, la búsqueda del éxito, la realización personal y las relaciones interpersonales.

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La serie, pese a estar plagada de chistes, te deja con una sensación de melancolía después de cada capítulo. Es un show acerca de la comedia trágica del ser humano, que mezcla lo mejor de la incorrección política de South Park, con la complejidad sicológica que tenían los personajes de Los Simpson en sus mejores tiempos. La serie se vale del humor negro y la provocación para ahondar en las emociones de cada personaje y evolucionar capítulo a capítulo.

Bojack es un caballo, sí, pero al final del día es como la mayoría de las personas adultas: un manojo de virtudes y defectos, de conflictos por resolver, con dificultades para explorar y conectarse con sus sentimientos. Un caballo que galopa a través del viaje humano de descubrir quién es realmente.

Pese a lo caricaturesco y absurdo que puede aparecer a primera vista el mundo que describe, Bojack está a la altura de las series de carne y hueso que han engrandecido la televisión, estilo Mad Men, House of Cards o Los Soprano. La diferencia es que en Bojack, las dosis de humanidad y realidad, van acompañadas de uno que otro relincho.

Los 12 episodios de la tercera temporada de Bojack Horseman llegan a Netflix este 22 de julio. Sus dos primeras temporadas y un capítulo especial de navidad están actualmente disponibles para streaming, así que no duden en ponerse al día antes del estreno.