La semana pasada, la banda Radiohead lanzó dos videos musicales para promocionar su esperado noveno disco A moon shaped pool. El de la canción Daydreaming hizo que Thom Yorke, cantante de Radiohead, se convirtiera en tendencia en redes sociales. La razón, su aspecto físico. Muchos internautas publicaron comentarios burlones y malintencionados, describiendo a Yorke como acabado, desaliñado, desaseado, pero sobre todo, y lo que al parecer más incomodaba a la tribuna virtual: viejo.

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Thom Yorke tiene 48 años, más de la mitad de ellos dedicados a ofrecerle al mundo su genialidad, su inigualable y melancólica voz, sus desconcertantes y poderosas letras. En el video de “Daydreaming”, por supuesto, su aspecto dista mucho del que lucía en 1993 en el video de la canción Creep, primer éxito mundial de Radiohead. Y tiene que verse distinto, pues han pasado 23 años desde aquel entonces. Resulta que el hombre está vivo y cuando las personas están vivas, envejecen.

Thom Yorke Daydreaming Cabeza de Gato Revista

Sin embargo, la vejez de Thom Yorke resulta incómoda para muchos de los espectadores del video, quienes, al parecer, preferirían que Thom no les ofendiera luciendo esas canas o esas arrugas o que al ser un rockstar, al menos se tomara el trabajo de arreglarse un poco, quizá recurrir a medidas quirúrgicas o cosméticas que lo ayuden a disimular los años.

Vivimos en una sociedad que se incomoda ante la visión de la vejez, la propia y la ajena, y que se obliga, desesperadamente, a disimular el proceso de envejecimiento. Una lucha de ante mano perdida, puesto que la cirugía y los cosméticos sólo ofrecen falsas promesas o promesas que muchos cuerpos han tenido que pagar caro, ya que luego de probarlas, han terminado por lucir, además de viejos, un tanto deformes.

Disimular la vejez es como pedir perdón por lucir viejo, que es igual a disculparse por estar vivo. Lo anterior, por supuesto, es un sinsentido. Es necesario reformular las nociones de belleza que maneja nuestra sociedad y deshacerse de los traumas que han provocado los estándares impuestos por la publicidad y la sociedad de consumo, según los cuales únicamente lo joven es bello.

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De otra parte, se dice “envejecer con dignidad”, y aunque es una frase que apela a que permitamos que ocurra el proceso natural de envejecimiento, sin tratar de retardarlo a la fuerza, parece más una invitación a la resignación. Se dice “dignidad”, pero se infiere que envejecer es algo malo que nos pasará a todos y que la única opción es aceptarlo con resignación.

En lugar de invitaciones a la resignación ante el envejecimiento, deberían promoverse ideas en las que se celebre la vejez, para que definitivamente deje de considerarse una fatalidad y se le reconozca como lo que en verdad es, una fortuna que sólo le ocurre a quienes duran vivos.

Existe el prejuicio de asociar el hecho de envejecer con alejarse de la juventud, se considera que envejecer es perder la juventud. Debido a eso, se pasa por alto que envejecer es acercarse a otro tipo de belleza, quizá más poderosa que la de los años mozos, una belleza que acumula historia, experiencias, sabiduría. Sin embargo, por estar lamentado lo que se deja atrás, no se reconocer esa belleza.

Decía Albert Einstein:

Hay, después de todo, algo eterno que yace más allá de la mano del destino y de todos los delirios humanos. Tal eternidad se sitúa más cerca de una persona vieja, que de una persona joven que se debate entre el temor y la esperanza. A nosotros [los viejos] nos es dado el privilegio de experimentar la belleza y la verdad en sus formas más puras”.

Y tiene razón Einstein, basta fijarse en la cara de Thom Yorke, en sus canas, en sus arrugas, basta fijarse en la cara de cualquier persona vieja, para advertir que en el envejecimiento lo que ocurre es que nos convertimos en versiones condensadas de nosotros mismos. El cuerpo se transforma en una victoria que representa todo lo vivido, todo lo recorrido en el regalo de existir.

Es necesario desestimar que la vejez únicamente es sinónimo de deterioro y empezar a revisar las bondades que ofrece ser mayor. Hay otro tipo de ímpetu que se alcanza cuando se llevan décadas de estar en el mundo, un ímpetu que permite explorar el mundo en formas distintas a las probadas en la juventud. Como dice Einstein, la vejez permite acercarse a la belleza y la verdad en sus formas más puras.

En lugar de “envejecer con dignidad”, un mejor consejo sería “envejecer con comodidad”. Estar a gusto con cada edad le ofrece al cuerpo y al espíritu la oportunidad de encontrarse en cada etapa de la vida, para definirse mutuamente en un presente pleno de revelaciones.

Envejecer con comodidad, tal como lo hace el sol, que jamás pretende vivir siempre a medio día porque sebe la belleza que le espera en cada atardecer.